Si, claramente esperaba que hiciese eso, que tomase esa iniciativa, se notaba que el Oni no soportaba las humillaciones. La dejo ahí contra la pared, la levantó del suelo y comenzó a besar sus labios con suma gula que ni ella misma pudo esperar, entre el beso no dejaba de soltar suspiros acalorados mientras él chupetea sus labios, luego la mordida fue la cereza del pastel, aquello que hizo que un escalofrío recorriese su espina, se había entregado tanto que ni había notado que había cerrado sus ojos y correspondido. Ella abrió uno de sus ojos y lo miró con las mejillas encendidas.

— No lo haces tan. . . Horrible —El mejor halago que pudo darle.