Arash

-Revisaba cada uno de los libros antiguos, el paso a paso para invocar al ente que serviría a su propósito. Siglos de tradición estaban guardadas en las viejas hojas de los grimorios que se había robado de las estanterías de diversas brujas, tanto de su cofradía, como de otras tantas que quizás jamás se enterarían de lo que Isabella había hecho.

En medio del viejo bosque, rodeada de altísimos árboles de roble, pinos y encinos, bordeó el perímetro con un círculo de sal. Huesos de animales muertos como aves, ardillas y ¿Un bebé? Posiblemente, había tomado todos los frascos que encontró en su propia bodega con las hierbas que los libros especificaban además de los restos de animales para la ofrenda.

Dibujó los emblemas y símbolos en el suelo, unas letras arabescas y otras tantas en una lengua que ni ella podía conocer a causa de su antigüedad.

—Arimán... —Pronunció Isabella tras pararse en medio de aquel símbolo con los brazos extendidos y la vista hacia el cielo nocturno. El viento agitaba su cabello salvaje y la túnica de manta que apenas cubría su cuerpo desnudo listo para el sacrificio.

—Ahriman...—El cielo comenzó a cubrirse de nubes. Las hojas de los árboles comenzaban a ser arrancadas de sus ramas por el fuerte viento que parecía azotar a la joven que parecía resistir el embate de los vientos mientras tomaba una daga para cortarse la palma de la mano izquierda.

—Llamo al antiguo Dios! Padre de las mentiras!! —gritó Isabella a todo pulmón para hacerse escuchar entre los truenos que comenzaban a atronar en el cielo. — El más grande demonio! Despierta! preséntate ante mí! Levántate! Angra Mainyu! —Y un violento rayo aterrizó en uno de los árboles partiéndolo a la mitad, haciendo caer ramas gruesas sobre el lugar de la invocación y sobre la mujer que cayó inconsciente tras ser golpeada por un grueso tronco, sin imaginar lo que podría haber provocado con su experimento.-