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Etienne...Tengo una sorpresa para tí.
 
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Aunque tenía sus manos atadas y le era difícil moverse, aprovechó esos instantes en los que su amado bebía de su sangre, para mover sus caderas y glúteos en sonoros y deliciosos choques contra la pelvis del pelirrojo, queriendo que la hombría de su amado siguiera taladrando sin misericordia su interior.

— D-Disfruta de la sangre de este miserable y pobre pecador, Mi Señor... — Le decía entre jadeos, meneando sus caderas y sintiendo todo ese grueso falo llenarle todo, dejando sus ojos en blanco y riendo de gusto. — Mmmm...Qué rico, maldición...Ahhh...
 
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