Escuchar esos escalofriantes detalles del plan de Etienne sobre cómo iba a destruirle, le excitaba muchísimo, hasta el punto en que Aren parecía provocarle y retarle con su mirada y mordiendo su propio labio inferior. Le encantaba sentirse adorado y amado por ese vampiro, que mostrara especial devoción por él, un simple médico mortal y traidor a la fe católica de la era victoriana, marcado desde lo más profundo por sus herejes y paganas creencias.

— Mi único dios y perdición eres tú, mi amado Etienne... — Le decía bajo el cuerpo del mayor, retorciéndose de placer a pesar de tener sus manos y brazos atados a su espalda, manteniendo completamente arqueado su cuerpo, elevando sus caderas para él y recostando todo su pecho, torso y rostro en la cama. — Etienne...Fóllame, te lo suplico...Destrúyeme en todo mi lecho y sobre mis blancas sábanas...Ngh...