Aren actuaba como si no tuviera a Etienne en aquella habitación, estando en absoluta concentración y meditación delante de aquellos espejos. De repente, las llamas de las velas encendidas y cercanas a esos espejos se tiñeron de un intenso color rojo sangre y en ese preciso momento, Aren arqueó todo su cuello hacia atrás con los ojos completamente abiertos y extendiendo sus brazos de un lado a otro.

De los espejos salieron unas oscuras y densas sombras, las cuales tomaron de los brazos de Aren, elevándolo un poco del suelo y llevándolo a rastras hacia el lecho que había sido preparado para el ritual. Las sombras le soltaron, pero se convirtieron en fuertes y gruesos grilletes que mantenían atado a Aren a la cama de las muñecas y tobillos, dejando el cuerpo inerte del médico real yacer sobre la cama, inconsciente.

Sin embargo, Aren se levantaba de la cama lentamente, sentándose sobre esta aún estando atado por las muñecas y tobillos con esos grilletes. Elevando su rostro, miraba...