No pasó mucho para que esas campanas sonaran unas doce veces, dando lugar a la hora de inicio del ritual. Había un silencio casi sepulcral en aquella habitación, hasta que la puerta del cuarto de baño fue abierta, saliendo el médico real usando una larga y roja capa sobre su cuerpo, tan gruesa que era imposible vislumbrar el hermoso rostro de Aren.
El médico real portaba en sus manos un candelero con velas encendidas y entonaba un canto en latín, para después postrarse delante de aquellos espejos y hacer unos rezos en ese mismo idioma, todo aquello ignorando absolutamente la presencia de su amado en aquella habitación.
Después de ello, se puso lentamente de pie y se despojó de aquella capa delante de esos espejos, mostrando así su apariencia y la vestimenta que vestía, manteniendo su vista fija en esos espejos, a la espera de la llegada de sus deidades.