-No pienses en eso... cuando menos lo esperes, me veras.

Le responde, acercandose para robarle un ultimo beso intimo, separandose del azabache y sonriendo ampliamente para hacerle una cortes reverencia, terminando por alejarse de este y desaparecer.

— ¿Cuándo nos volveremos a ver? Puedes visitarme cada vez que quieras: Le has agradado a Su Majestad...— Le cuestionó llevando una mano a una de las mejillas de Etienne y acariciándola con amor, recordando con agrado el instante en que lo presentó ante la Reina Victoria, la cual no pareció sospechar la "íntima cercanía" que habría surgido entre ambos hombres.

-Ah... una lastima, me hubiera guatado pasar mas tiempo juntos

Se toma el atrevimiento de tomar su mano para besar el dorso de esta, sonriendo suavemente antes de alejarse.

- Nos veremos en otra ocasion entonces... esperame pacientemente.

Le guiña un ojo, sabiendo por donde debia irse para regresar sano y salvo

— Estaría dispuesto a morir por tu atención, de ser necesario... — Logró responderle el médico con total seguridad, a pesar de sus nervios y el rubor en todo su rostro. — No le temo a nada ni a nadie... — Añadió mirándole a los ojos y dejándose atrapar por el cuerpo ajeno, riendo por lo bajo ante ese acercamiento de él.

Sin embargo, se pudo escuchar claramente el eco del repicar de las campanas del monasterio que estaba cerca del castillo real de la Reina Victoria, marcando con esto que ya era una nueva hora, las 2:00 AM para ser más preciso.

— Debemos irnos. La Mascarada ha concluido, Mi Lord... — Comentó con pesar, soltando un profundo y triste suspiro. No quería despedirse de Etienne, pero debía cumplir con sus compromisos reales, al igual que los demás subordinados de la monarca inglesa.

-Oh?

Se puede notar la sorpresa en los ojos de Etienne, alzando sus cejas antes de que estas regresaran a su sitio usual, sonriendo de lado en lo que tomaba la barbilla ajena con atrevimiento total

-Y qué me promete que me vas a entretener tanto como mis otros pasatiempos? Mh?

Le estaba retando a hablar mas, sabiendo que el hombre se estaba muriendo de vergüenza en ese instante, riendo bajo y atrapandolo contra su cuerpo

- Dime... estarías dispuesto a combatir por mi atencion?~

— ... — Aren dudó por unos instantes si debía de hacerle o no una propuesta que tenía en mente, pero en el fondo le mataba la curiosidad por saber la probable respuesta que Etienne pudiera decirle, por lo que tragó saliva y, mirándole al rostro, comenzó a hablarle. — No sé si...Sería un tanto precipitado hacerte esta propuesta...Pero, ¿Te-Te gustaría que yo, pues, que yo...Que yo sea uno de sus pasatiempos? — Preguntó de manera apresurada y casi en un balbuceo, sonrojándose por completo al hacerle esa pregunta y en la forma en la que la formuló, comenzando a arrepentirse de haberlo hecho y que sus nervios le hayan traicionado. Pero ya era demasiado tarde.

-No solo en seres humanos.

Termina pir comentar ante las palabras ajenas, riendo por su pregunta antes de negar

- No, soy un soldado, pero tengo mis... pasatiempos~

Le dice con total tranquilidad

— ¿Eres causante del terror en otros seres humanos? — Le preguntó Aren mirándole a los ojos y aún sosteniendo esa rosa ensangrentada, sonando un poco triste ante esa cuestionante expresada. — No eres...Una especie de criminal serial o algo por estilo... ¿Verdad? — Añadió a su pregunta, sonriéndole con nerviosismo. — Sería todo un escándalo en la corte real que descubran que soy el amante de un criminal... — Dijo entre risas, mordiéndose disimuladamente su labio inferior de sólo imaginarse ello.

-Si?

Abre los ojos y escucha claramente lo que tenia para decir el otro, suspirando suavemte y sonriendo, extendiendo su mano y tocando con delicadeza los pétalos de aquella rosa ensangrentada

- Interesante... creo que por eso es que no le temes tanto a mi presencia.

El médico no se imaginó que su acercamiento hacia el pelirrojo sería así de correspondido, sintiendo en su interior una inmensa satisfacción, alegría y dicha. No quería contenerse más y estaba dispuesto a abrirse por completo a esa persona, sin importarle el precio que debía de pagar.

— Etienne... No sólo soy un médico real. Yo...Bueno... — Comenzó a expresarse, dudando por unos segundos. Pero se armó de valor para continuar su confesión, aún manteniendo su cabeza recostada en el pecho contrario. — Sé un poco de espiritismo y magia negra... — En ese momento, extendió una de sus manos y, susurrando una pocas palabras en latín antiguo, apareció en su mano una rosa blanca ensangrentada, ante la vista del pelirrojo.