Una lamida traviesa acaricio aquella boca, un nuevo beso dulce y paciente dejo en ella. Su mano sostenía su mejilla, firme y sin duda alguna.
— Eres quien tiene mi encanto... mi atención, mi interés...
Con su otra mano toma la ajena apretando con sus dedos, eleva la misma y deja un beso a su dorso sin retirar su mirada de los verdes. No sé cansaba de mirarle fijo.
Incluso sin entender, Antonella le daba lo que quería. La pelirroja habría reído suave y coqueta sobre sus labios, irrumpieron el beso sólo para hablarle un poco más.
— ¿Por qué habría de insultarte? Eres un encanto conmigo.
La mirada se detuvo recorriendo entre esos labios y sus orbes, no entendía nada de ese idioma pero algo si tenía en claro, ese acento era jodidamente sexy.
— Espero no me estés insultando...
Sonríe ladina mordiendo sus propios labios acercando otra vez su boca para dejar nuevos besos, cortos y con ganas de más.
