— Nina...

Antonella quería llorar, la ansiedad le superaba, tenía ganas de llorar pero dejo que se marchara, simplemente se encerró en su oficina, ya la tristeza y depresión le estaban empezando a pegar. No entendia que sucedía.

Voltea mirando su mano, esa que le tomaba por la muñeca. Mueve el brazo para quitar su agarre.
Nina era fría cuando estaba enfadada, fría y silenciosa, como la ley del hielo. Pero en vista de que la italiana insistía, le respondió secamente.

— ¿Me estás preguntando qué hiciste? Tu sabes. Te haces la tonta, pero lo sabes. No quiero hablar contigo, déjame sola.

Avanzó unos pasos más y como todavía le quedó algo por decir, le mira por encima del hombro.

— No me estoy viendo con nadie más, no me insultes pensando eso.

— ... Nina... Nina, ven.

Se levantó y la siguió tomándole de la muñeca, le molestaba muchas cosas que Nina sabía muy bien que odiaba.

— ¿Que sucede? ¿Por qué estás actuando así? ¿Que hice?... Carajo, habla conmigo.

Estaba frustrada, no entendía nada.

— ¿Te estás viendo con alguien más? Tu no me tratas así... Odio que me trates así, lo sabes...

— No me pasa nada, solo estoy cansada.

Dice Nina entrando en la habitación para abrir la ventana que estaba junto a su esposa.
Quería que el humo se fuera, sabía que Antonella fumaba cuando estaba preocupada por algo pero ni preguntó.

— Tengo que salir hoy. Volveré al atardecer, creo. Nos vemos.


Tan molesta estaba que hacía eso, irse sin dar explicaciones sólo para fastidiarla.

Se sentía algo estresada por la tensión entre ambas, no entendía porque Nina estaba tan enojada, tampoco le explicaba.

— Si... Puedo hacerlo.

Apagó el cigarrillo en el cenicero y miro a la pelirroja.

— ¿Hasta cuándo vas a estar así conmigo? No me dices nada, no hablas conmigo ¿Que te pasa?.

Se mantenía a una distancia prudente. No porque Anto estuviese fumando, simplemente no se iba a acercar.

— ¿Puedes ir a recoger a los niños hoy?