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La rusa prefirió el silencio, dejándola hablar y al sentir sus manos no se tensó. Solamente cerró los ojos con un suave suspiro; extrañaba su toque. Nina tendría que acostumbrarse a la ausencia de esas manos, en algún momento.

— ¿Aquí? Puede no ser el mejor lugar para cuidarla pero podrías ir a casa de Ciro. Ahí estaremos.

Elevó su vista, sonriendo con calma.

— Gracias. Yo no me iré sin conseguir un reemplazo para mi puesto, me encargaré perdonarme de conseguir a alguien adecuado.
 
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