— ¡No olvides la fruta ni el café! —advirtió, risueña y victoriosa, saliéndose con la suya.

— Creo que conoces mis manos muy bien. — El cojín le da en la cara, pero no insiste más y se encoge de hombros. — Lo intenté, en verdad que sí. — Se levantó para ser él quien prepare el desayuno.

— ¿No tienes manos? —inquiere, arrojándole un cojín a la cabeza.

— ¿Por favor? Necesito combustible para la segunda ronda.

— Ni en sueños, Stark.

— ¿Desayuno? Eso lo quiero ver. Huevos y tocino, por favor.

— Sé hacer lo mío... ah, qué bueno que nadie espera que le haga el desayuno. No les queda cabeza ni estómago para pensar en ello.

— Oh, eso lo sé. Soy increíble. Pero también tengo que darte crédito.

– Tú tampoco lo haces mal, Stark. Te repito, aunque afecte a mi orgullo: tienes muchos talentos.

— Pues, no puedo quejarme de tu manera de "Negociar" es muy efectiva.