— ¡BASTA! — Le alzó la voz al menor quizá por primera vez en su vida. Su voz retumbó. Estaba temblando por la impotencia, pero la castaña trato de contenerse lo mas que pudo. — ¡No se cómo te atreves a decirme cosas tan feas, Caín! Papá nos quiere a todos, y no es como si yo pudiera haber controlado cuando nací ni nada. Si quieres hablemos cuando te calmes. — Se giro, alejandose lo mas rápido que su cuerpo le permitía. Se sentia morir, ¿Cómo se pudo atrever a alzarle la voz a su hermanito? Que mala había sido con él, al menos eso sentía.