— ¡BASTA! — Le alzó la voz al menor quizá por primera vez en su vida. Su voz retumbó. Estaba temblando por la impotencia, pero la castaña trato de contenerse lo mas que pudo. — ¡No se cómo te atreves a decirme cosas tan feas, Caín! Papá nos quiere a todos, y no es como si yo pudiera haber controlado cuando nací ni nada. Si quieres hablemos cuando te calmes. — Se giro, alejandose lo mas rápido que su cuerpo le permitía. Se sentia morir, ¿Cómo se pudo atrever a alzarle la voz a su hermanito? Que mala había sido con él, al menos eso sentía.

Nunca te escuché decir nada a papá... De hecho, él tampoco nos dijo nada a nosotros... Porque siempre te ha preferido a ti. —Estaba adquiriendo un tono cada vez más alto, casi como un grito. Dos mechones de sus rizados cabellos se estaba levantando, mostrándose tal cual fueran orejas—
¡No llores, ahora, mierda! ¡No finjas que no disfrutas que seas quien se lleva la toda la atención! —Ahora sí estaba molesto, no pensó que sacaría al fin todo su rencor de golpe— Tú pudiste convivir con mamá antes, estuviste con los dos desde el inicio... ¡¿Por qué siempre te llevas lo mejor?! ¡Cuando menos sientas, voy a arrancarte la corona con todo y cabeza!
—Estaba tan enojado que no midió sus palabras—

(...)
Finalmente lagrimas comenzaban a rodar por su rostro. La impotencia de no poder cumplir los caprichos de sus hermanos y hacerlos felices, cómo siempre ha sido su deseo, le pesaban demasiado.

Presto atención a cada palabra que el menor tenia que decir. Claro, cada una dolía más que la anterior, pero no era nada que Annette no hubiera pensado ya por su cuenta. Se mantuvo callada, mostrando toda la seriedad que podía, aun incluso tras aquel fuerte gruñido. Era consciente del posible resentimiento de sus hermanos pero nada de lo que había pasado estaba realmente bajo su control.
— Nuestras diferencias se deben a que soy mujer y tu varón, cachorro. Alguna diferencia debería de haber. Y no creo que la coronación sea un concurso de quién se ve más intimidante. Si por mi fuera, la ceremonia hubiera sido para los tres... —
Suspiró, el ultimo punto era el que más fibras sensibles tocaba. Al fin habían llegado las consecuencias de los actos de sus padres.
— Cuín, si yo pudiera, te llevaría a ti y a Lilith a ver a mamá... Pero no puedo... Son las reglas, yo no las hice, y no puedo hacer nada al respecto. —

(...)

Eres casi una pulga. —Admitió con todas sus letras, rascándose la nuca como si no estuviera ofendiéndola— Yo soy más grande como zorro y tú eres la mayor... ¿por qué papá tiene tantas consideraciones contigo si Lilith se ve más terrorífica? ¡No entiendo, mierda! —Emitió un gruñido de verdad, uno como si fuera un oso o un animal colosal— Además... Tú puedes ir a ver a mamá... Y no parece importante que yo no pueda hacerlo.

Estaba a punto de abalanzarse sobre su hermanito para abrazarle y llenarle de cariños, pero el escucharle hablar la dejo congelada en su lugar. Si alguien era conciente de sus cualidades o la falta de estas, era ella. Había intentado maquillarse para verse más intimidante pero tal parece que su intento fue en vano. — O-oh... ¿Tu lo crees, cachorro? Tal vez sea por que me veo muy chiquita al lado de papá. ¿No crees? No tengo mucha experiencia. — Intentó excusarse. Al crecer empezo a cuestionar su origen, tratando de encontrar el lugar en el que podria encajar, fallando constantemente.

No te ves igual que papá cuando está allá abajo. —Ni tenía mirada terrorífica ni una versión demonio. Era tan humana y a veces tan dulce, como lo estaba demostrando con esa sonrisa, que le ponía de los nervios.— No pareces una demonio.

— ¡Cachorro! ¿A qué te refieres? — Preguntó curiosa, mientras su expresión cambio en cuestión de segundos, decorando su rostro con una enorme sonrisa. Era inevitable, después de todo, amaba con todo su corazón a sus hermanos y el solo hecho de verlos le producía un desborde de alegría.

Tu mirada no se ha vuelto fría, Netti.