Aun así, tomó el llavero que le interesaba y lo dejó a un lado para indicar que ese sería suyo. Esperó a que ella eligiera, volvió a observarla de reojo y se acercó, especialmente con el rostro hasta el de ella, para intentar concretar aquella acción. Sin embargo, primero había que dejar las cosas “en claro”.

— Solo es un beso de juego, no te lo vayas a tomar tan enserio. —Murmuró con una risilla que se aguantó dejando solo esa sonrisa ladina y tonta sobre los labios. Con la mano derecha le acarició la mejilla, con toda la dulzura que sus manos podían tener para no estrangularla ahí mismo, porque no se le olvidaba la mordida que aún seguía ligeramente roja en su brazo. Así se apoyó y, de a poco, se fue acercando a sus labios mientras, como un idiota “enamorado” cerraba los ojos ante tan “mágico” momento que debía concretarse como cierre de ese trato.