El varón mantendría una penetración constante, notándose en el sudor de su cuerpo que lentamente brotaría de su piel. —No voy a dejar a este culo en paz, tienes harta leche que sacarme mi amor… Replicaría aun jadeante, acomodando a su hembra de lado, abriéndole las piernas mientras enfundaba su verga en aquel delicioso orificio dilatado. —Ahh… ah… argg… Cómo gemía con semejante culazo, dejando que su penetración se mantuviera firme y constante, ensartándola hasta liberar su preciosa lluvia dorada, bañándola por completo con el aroma de su esencia masculina, recostándose sobre la cama para invitarla a tragar de él. —Es hora de que me montes hasta hacerme llorar mi amor, apúrate, te lo ruego… Describía entre tenues gimoteos, con su verga aun erecta y brillosa, ansiosa de su mujer.