Murmuró Ann, no pudo evitar que pequeños gemidos de placer escapasen de sus labios moviendo las caderas de arriba a bajo ansiosa por sentirlo más a dentro dentro, penetrando su ajustado y estrecho ano. —¡¡AHHH!! ¡Ábreme bien el culo! Profirió la delicada y tímida hechicera completamente enloquecida, suplicando por que le metiera toda su verga en aquel estrecho agujero.
Rápidamente el varón le abrió las piernas a su antojo, acomodándose a su gusto sobre la voluptuosa mujer, dirigiendo lentamente la punta de su pene hacia la entrada de su coño, jugueteando con su abertura, introduciendo tímidamente la cabeza del glande sin forzar una penetración, buscaba romper el espíritu de su amante, haciéndose desear con una sonrisa infame y perversa, acariciando su rosado clítoris que no dejaba de consentir con una presión fuerte de sus dedos, estirándolo a su antojo, disfrutando de la ansiedad de su mujer que parecía lloriquear por el vacío que aún persistía en su cremosa vagina, un vacío que acompañaba el palpitar hambriento de sus labios vaginales que no aguantarían mucho por tragar de su hombría. —Despacio… Murmuró con ese tono arrogante y encantador, hasta complacer a su hembra con una penetración limpia y profunda, saboreando de la textura de sus fluidos que le permitían su avance hasta el fondo de su hueco. —Mía.
