A pesar de no mirar directamente al hombre, escuchaba atentamente sus palabras. Su existencia al igual que la de el se remontaba a cientos de años y pese a la certeza de no ser indestructible se negaba a dejar de cometer esos riesgos y "equivocaciones".
— Seré mejor como los humanos, dejan todo a la suerte y dejan que las cosas fluyan. En realidad, creo que los siglos nos han dado tanta soberbia que en realidad, nos equivocamos más de lo que un humano lo haría. — sonrió inclinando su cabeza hacia arriba viendo la copa de aquel árbol moverse ligeramente. — Pero basta de esta charla aburrida sobre nuestra existencia. Cómo si hubiese una respuesta. — cerró sus ojos. —