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AndreiClairt · M
Empezó con una suave fricción, amorosa y delicada, contrastante con la frialdad habitual que Andrei solía demostrar; pero, ¿cómo no mostrarse solícito y cariñoso con Misery, cuando ella llenaba de una calidez indescriptible el ser del vampiro? De no haber estado muerto su corazón, sus latidos pertenecerían por completo a ella. Separó los labios, y su cabeza se ladeó un tanto, mientras que sus párpados caían y la unión se completaba; un segundo bastó para saber que nunca más podría besar de aquella manera, que había esperado tanto solo para descubrir en Misery una salvación que no esperaba ni quería, pero que ahora lo era todo para él. En el nerviosismo de la joven reconoció la falta de experiencia; y, lejos de arredrarlo, el saberlo consiguió que la dulzura con que la trataba aumentara, intentando hacer que ella se sintiera segura y amada con cada nueva evolución del beso.
AndreiClairt · M
Sentirla trémula y expectante no fue sino un estímulo más a su naturaleza de cazador; la que, algunas noches, le exigía calmar esa necesidad profana de sustentarse, y que a la vez matizaba algunos aspectos de su ser con la misma urgencia; pero que ahora mutaba en una exigencia distinta, más humana, por sentir la tersura de los labios de Misery en los suyos.
"Tuya". Una palabra que borró cualquier atisbo restante de duda, si es que lo había. Su mano derecha, como por instinto, buscó a ciegas la izquierda de la chica para entrelazarse y mantenerla apresada contra la cama en un gesto cariñoso, aunque ligeramente posesivo; su rostro bajó aún más, y pronto logró el contacto, reconociendo cada milímetro de la boca que se había levantado para él.
"Tuya". Una palabra que borró cualquier atisbo restante de duda, si es que lo había. Su mano derecha, como por instinto, buscó a ciegas la izquierda de la chica para entrelazarse y mantenerla apresada contra la cama en un gesto cariñoso, aunque ligeramente posesivo; su rostro bajó aún más, y pronto logró el contacto, reconociendo cada milímetro de la boca que se había levantado para él.
Four1556390 · F
un segundo esa experiencia común le hizo olvidarse de eso y entregarse únicamente al roce suave del inferior masculino con el delgado labio superior suyo.
Four1556390 · F
Misery nunca había estado en una situación similar; sus más de veinte primaveras se pasaron de largo entre los estudios y el trabajo que acabaría pagando su entrada a la universidad, por ende se había saltado más de una experiencia emocional incluyendo el enamoramiento o la cercanía con cualquier miembro del sexo opuesto. ¿Estaba bien entonces que reaccionara de esa forma?, se sentía como una tonta al temblar debajo del cuerpo masculino como si de una presa se tratase y sus labios acusaban un leve hormigueo que iba de comisura a comisura y que ella aseguraba que él notaría en caso de no poder calmarlo. Andrei era el único hombre que podía capturar de ese modo su mirada en la propia, el único que la hacía suspirar como tonta, el que la lograba hacer sentirse viva. — Tuya. — Murmuró en respuesta automática, alzando los labios una vez fue capaz de notar la peligrosa cercanía. Definitivamente no era así como se imagina a su primer beso, siendo ella una fantasma y con un vampiro, pero por u
AndreiClairt · M
—Mía.
Andrei no era un hombre de pasiones. No obstante, había una excepción, una sola, que removía los sentimientos casi olvidados en su interior: Misery, la mujer que jamás esperó y que ahora no sólo cuidaba de la Byblos Occultae, sino que era dueña de aspectos que el mismo vampiro no reconocía de sí; como si hubieran nacido solo por y para ella. Ahora que tenía la oportunidad de tenerla cerca, para él, tales facetas despertaban, instándolo a buscar un roce anhelado por el cual su piel clamaba y sus labios ardían, deseosos de unirse a los de la joven. Andrei sostuvo su peso sobre la cama, con sus negras pupilas fijas en las de Misery; el silencio acompañó el descender de su rostro, que, centímetro a centímetro, fue rompiendo la distancia, amenazando con completar el enlace.
Andrei no era un hombre de pasiones. No obstante, había una excepción, una sola, que removía los sentimientos casi olvidados en su interior: Misery, la mujer que jamás esperó y que ahora no sólo cuidaba de la Byblos Occultae, sino que era dueña de aspectos que el mismo vampiro no reconocía de sí; como si hubieran nacido solo por y para ella. Ahora que tenía la oportunidad de tenerla cerca, para él, tales facetas despertaban, instándolo a buscar un roce anhelado por el cual su piel clamaba y sus labios ardían, deseosos de unirse a los de la joven. Andrei sostuvo su peso sobre la cama, con sus negras pupilas fijas en las de Misery; el silencio acompañó el descender de su rostro, que, centímetro a centímetro, fue rompiendo la distancia, amenazando con completar el enlace.
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