—¿Atrapada? Disculpa, pensé que había dejado abierta la puerta de la jaula. —Ciertamente, no era el mejor bromeando. Por un momento se olvidó de que Misery era una fantasma, pues la vio tan viva y real, que no pudo evitar mirarle a los ojos; enfatizando el carácter serio de sus próximas palabras. —Espero que no te sientas en una prisión ahora. Trataré de hacer que tu estancia sea lo más cómoda posible. —Aunque no pudo evitar preguntarse: ¿cómo podría lograrlo? ¿De qué amenidades podría beneficiarse una joven espectral? Su rostro, habitualmente inexpresivo, dejó ver un pequeño matiz de duda en el leve fruncir de su ceño que acompañó a tal reflexión. Sintiéndose un poco en evidencia, desvió la mirada, intentando meditar un poco sobre la cuestión.

¿"Magnífico"? Curioso; hasta ese momento, a Andrei no le había pasado por la cabeza describir la Byblos Occultae como "magnífica". Era un lugar oscuro, atestado de libros, pergaminos, anotaciones y diarios; lúgubre, apenas iluminado, y sin duda tétrico gracias a los sutiles juegos de claroscuro que las luces de las lámparas de aceite provocaban: el cambio de guardián no incluía renovación del mobiliario o costumbres distintas, todo seguía inmutable, anacrónico, olvidado de la mano del tiempo. Sin embargo, la mera presencia de Misery creaba un ambiente distinto; era como si una luz ajena y vívida llenara de color un espacio por demás gris. Magnífico, pensó; y una sonrisa leve traicionó sus pensamientos, que no se atrevió a expresar en voz alta.

Jamás me iría de tu lado, Andrei. Estoy atrapada aquí después de todo. — No recordaba la última vez que había bromeando con alguien que no fueran sus libros por lo que la risa que acompañó a aquella frase quizá fue más prolongada de lo común. Sus pasos, pequeños al principio, fueron acortando la distancia que quedaba entre ella y la figura del vampiro; metió sus manos en los bolsillos de su - ¿fantasmagórico? - vestido y como costumbre humana se encogió de hombros levemente, regalándole una dulce sonrisa. — Tú y este magnífico lugar son mi hogar ahora.

Tal vez me ayude a comprenderte un poco mejor, Andrei.

... Quizá me cueste un poco, ¡p-pero claro que podría hacerlo!

No me habían llamado así nunca. Ahora que soy la guardiana de tu biblioteca quisiera cuidar bien de cada ejemplar; ¡te agradezco el que me hagas caso! Prometo no leerlos para evitar entrometerme en tu vida personal.