—Podría funcionar...— Dijo Anaë rascándose el mentón —¿Estarías dispuesta a ayudar? —Le tendió la mano, instándole a que la tomara para así, ambos ser teletransportados a una nueva dimensión; un mundo nuevo lleno de nuevas caras, traiciones, romances, batallas y ¡muchas aventuras!

Anaë se sorprendió sin dudas tras la revelación del nombre de su Diosa, si bien, la deidad que él adoraba tenía múltiples nombres, jamás había escuchado sobre aquel. —¿Bosques de Caratawc?— no conocía el lugar, y le preocupaba más aún que no supiese pronunciar "Enawë", el principal continente de la Elendë; el reino de los elfos. —En tal caso, la Diosa tiene grandes planes... Pues, le he pedido su ayuda esta mañana. Necesitamos toda la necesaria para devolver a la vida al gran Bosque Dorado que da nombre a la principal provincia de I Risil (El anillo, capital de enawë). Y mira... ha respondido a mis plegarias. Salve Diosa...

—¿Tribu?— Preguntó Anaë torciendo una de sus cejas —Me temo que no, hermana elfa. Soy Anaë'draýl de Enawë, Duque del Cedro y del Saúco.— realizó una leve reverencia mientras que su diestra descansaba en el lado corazón del su pecho. —Pero nuestra raza nos une, la gran supremacía élfica esta presente en todos y cada uno de nosotros.