Había pasado un buen rato contemplando el color de sus ojos plasmado en el manto celeste. Se hallaba sentada en un pequeño parque exiliado de del ruido cotidiano de la gente al transitar. De los pitidos de los autos que con desesperación sonaban esperando llegar a sus destinos.
Pronto se percató de que nubes oscuras comenzaban a apiñarse en el cielo, señal de que pronto llovería. Se puso en pie y comenzó a andar en dirección a la ciudad, observando como las personas, presurosas, buscaban un lugar donde refugiarse ante la posible llovizna. ‘¿En verdad es para tanto?’ Su andar conservó la misma parsimonia con la que había iniciado su caminata, por lo menos iba bien abrigada, ya que el viento comenzaba a soplar cada vez con más intensidad.
Una primera gota de agua fría resbaló por su nívea mejilla, secundada por más de ellas que iban dejando su marca en el asfalto. Una sonrisa se formuló en su rostro, le agradaba esa sensación, pero sabía que si permanecía mucho tiempo bajo la lluvia posiblemente pescaría un resfriado. De pronto, su mirada se fijó en el toldo de un Pub, donde la gente comenzaba a acogerse. Sacó un pitillo de su bolso y lo llevó hasta sus labios de terciopelo.
De pronto, una voz femenina la sacó de su ensimismamiento. La miró de soslayo y se percató de que era una chica pelirroja. Effy no era del tipo de persona que acostumbrara hablar con extraños, a menos que tuviera un par de tragos encima. Aquel pensamiento le resultó divertido.
–Así es, qué se puede hacer. –Mencionó aún con el cigarrillo en la boca. Soltó un suspiro y le extendió la cigarrera. –¿Fumas~?
