Apretó ligeramente sus labios pero no pudo evitar sonreír, al final de nuevo la calidez y honestidad de su hermana atravesaban son muchas dificultad el corazón de la consejera. — Pero no fue así, ahora mi deber como tú consejera es asegurarme de que no hagas alguna tontería ~ - cambió de tema, no podía percibirlo de la misma manera que su hermana, por más que lo intentara.

—Serías una Reina increíble.— Sonrió, ladeando el rostro lo suficiente para poder observar el hermoso rostro de su hermana. —Quizás criaría caballos, y sembraría frutos, quizás podría vivir en un lugar acogedor en el que nunca faltara un plato de comida caliente para un amigo...— Extendió la mano, su palma, con delicadeza, se posó sobre la de su consejera. —Pero mi corazón me dice que inevitablemente habría buscado la senda de la caballería, el deseo de proteger a mi Reina sería fuerte y puro.

La consejera levantó la mirada, pensativa guardo silencio y suspiró. No sabía que palabras usar exactamente. — Probablemente, quizás no habría tenido otra opción, yo sería la Reina y tú llevarías una vida normal en el campo. Nunca nos habríamos conocido.

—¿Qué crees que habría pasado si no hubiera sacado la espada de la piedra, Morgan?— Con una expresión nostálgica, recordando las palabras de su maestro, y las miradas sorprendidas de su pueblo ante su proeza justo en el momento en el que reclamó el trono de Bretaña, la Reina se acomodó para abrazar sus piernas. —¿Habría podido hacer una vida común, como cualquier persona? ¿Podría tener el derecho de ser egoísta?

¿No es un deseo un poco egoísta?. Hay mucho que hacer, esperan mucho de ti, tienes todo y aún así prefieres solo permanecer aquí. Eres... Eres extraña.