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"You don't have to worry, my goddess. Even you are in my hands~"
 
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Con una suave voz susurrante y delicada, cosa que solo ella conoce de su persona. Fue que volvió a responderle, mientras delicadamente se repasaba los labios con la lengua pues estaban pintados un tanto con su deliciosa sangre.

—¿Realmente estaría bien detenerme? Puedo usar mi lengua un poco más abajo, para no perder este momento... Sin embargo, es más delicioso proseguir hasta que la herida sane.

Más la decisión es suya— Claramente no estaba violentando lo que hace poco había jurado, le estaba dando el poder de decisión... O solo la ilusión de que era de este modo, difícil de saberse pues en este instante seguía demasiado excitado como para que cualquier mentira aflorara en sus sentidos.
—Mi devoción es suya, diosa mía. Incluso mi voluntad desde ahora le pertenecen; sin embargo.

Sus labios dieron un lento pasaje, mientras la lengua presionaba solo un poco más. Mantendría la herida abierta, quería que la sangre aún fuese expuesta.

Fue entonces que subió la mirada, y con esto una vez más esos ojos desprovistos de humanidad se fijaron con los de ella.

Un celeste que alejado de toda vida humana brillaba solo delante suyo, mismo que incontables veces ha expresado mil sentires de los cuales ella es conciente, odio, placer, lujuria, ansia por causar la muerte sobre los indignos, más expresivos que sus propias palabras
Estaba disfrutando lo, y no precisamente solo el acto masoquista de darle gusto a través de una herida, sabe muy bien que Khione en respecto al placer puede llegar a ser ajena, solo activarlo de manera temporal cuando a ella se le antojara. Sin embargo, ahora que sorpresivamente se hizo conciente (Sea mediante sus palabras y reacciones) que había logrado un inesperado, volvía el momento mucho más único de lo que antes había sido.

Era un instante de intimidad entre diosa y fiel ciervo, uno del cuál ciertamente habría de hacer memoria, pues quizás... A su favor trataria de hacer que se repita.
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Por primera vez no era ella la que tenía el poder al completo, sino él. Él y su estúpido gusto por el masoquismo.

—Tienes... ¡Ah! —sus dedos tiraron suavemente de las hebras pelinaranjas cuando una especie de electricidad le recorrió el cuerpo. Podía sentir su vientre palpitante y ansioso que parecía contraerse al compás de las lamidas ajenas. Ya había experimentado lo que era la excitación antes y la encontraba burda y absurda tras el acto sexual; pero mientras sucedía realmente y con la mente lejos del sosiego se convertía en una esclava de las emociones. Tal como cualquier humano— Deja de sentirte tan complacido por eso... mff. Te l-lo ordeno...
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Khione empezó a sentir que su mente se estaba volviendo lenta y que su respirar era cada vez más errático. Lo más común hubiese sido que la asolara un dolor descomunal, después de todo su herida estaba siendo forzada a mantenerse abierta y la lengua de Alland —junto con la humedad de su saliva— raspaba las capas abiertas de su piel. Empero, lo que le embriagaba los sentidos era más bien una lujuria inexplicable, acompañada de un deseo por sentir más de lo que fuese que él estaba haciéndole.

—M-mgh... —su rostro empezó a teñirse de carmín y sus labios se secaron un poco por todos los intentos que ella hacía de jalar el aire suficiente para asegurar una respiración que falta no le hacía. Todo eso lo estaba creando él al reflejar lo que era a través de ella; Khione daba la falsa ilusión de ser una mortal a la que le latía un corazón y le corría sangre por las venas... Como si todo fuese parte de una pantomima bien planeada.
-El dolor es solo otra forma de devoción después de todo, sea por el placer sexual de hacerse uno en carne, o mediante el uso para poder provocar una emoción. Tiene mil extensiones, y cada una es diferente para quien sabe como aprovecharlas.-

Una explicación antes de retomar, esta vez no fue solo la lengua, el pasaje de la saliva era lento, exponiendo a que se enfriara por causa del propio ambiente, pero esta vez, presiono de modo que esta parecía deslizarse lentamente entre la apertura sobre la piel, incluso sus labios se apretaban en contra de la separación, pidiendo solo un poco mas.

No habría siquiera separado sus yemas un solo centimetro, dejara que la piel sane naturalmente en cuanto llegase el momento, mas aun no era el tiempo, por lo cual se aprovechara cuanto pueda hasta que sea el final.
No es precisamente eso lo que te gusta de mi?-

Un atrevimiento disparado tras responder a sus palabras; con el tiempo supo como diferenciar el fingimiento de la verdad, en la simpleza de hacer leves comparaciones entre algunas de sus reacciones. Dos inesperados, mas bien, la velada antes de la reunión había sido ciertamente única, distinta en completo a cualquier otro momento

¿Era este un buen augurio, o significaba peligro para ambos? Sinceramente, poco le importaba.

No era suficiente, sus ligeras reacciones eran una dulce música para sus oídos, aprovecharía cada segundo que quedase antes de que la noche los atrapara. Volvió a inclinarse, para degustar el sabor de tan semejante vino que expele de su cuerpo, la ambrosia es adictiva, tantas veces ha quedado con ganas de mas, que no desaprovechara esta apertura, justo antes de tamaña misión que le esperaba.
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Khione cerró los ojos y entreabrió los labios para suspirar una y otra vez. Si fuese mortal podría haber experimentado una falta de aire por hiperventilar así.
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Problemático y, a su vez, útil.

—Eres irrefrenable —murmuró, mordiéndose los labios después para no soltar un sonido lascivo y mantener así la compostura para volver a hablar—. No creí que lastimarme te entusiasmara tanto.

Su diestra fue a parar a las hebras color zanahoria del semidiós y empezó a acariciarlo con dulzura. Apremiandolo a terminar pronto.

Su piel se erizó al estar sensible merced a las emociones espejo y juró poder sentir la saliva de Alland dejando una huella fresca al rededor de su ombligo.
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Puso los ojos en blanco e incluso estuvo por ceder y fingir que se quejaba por el dolor, pero él fue más rápido al devolverle el cuchillo y posicionarse para disponerse a beber de su sangre.

Si bien el corte no le generó ninguna sensación, no fue así con las lamidas de Alland que, sin duda, la hicieron tensar levemente el cuerpo. Pero no era exactamente porque la excitación o el placer naciese de ella, sino porque era un reflejo de lo que él estaba experimentando.

Las emociones del pelinaranja tenían un efecto espejo en la Diosa debido a la conexión entre ambos. Si algo le dolía, ella lo sentiría; si algo lo emocionaba, ella lo sabría; si algo lo excitaba, ella lo atestiguaría con su propio cuerpo.

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