Se dejó llevar hacia ella cuando le tomó por el cuello de la camisa solo para escuchar justo lo que quería. También sintió en la yema del pulgar la humedad que había provocado en ella.
─ Puedes fingir muy bien, tienes maestría en ello, pero hay cosas que no engañan ─susurró al oído ajeno.

Mientras pronunciaba aquella frase, hábilmente introdujo sus dedos a un costado de las bragas restregándolos y humedeciendo una cuarta parte del índice y el medio. Retiró la mano de debajo de la falda y la llevo a su propio mentón, mientras que alejaba su rostro de ella lo suficiente para que pudiera ver cómo introducía dichos dedos a su propia boca y los limpiaba completamente, para acto seguido relamerse los labios y echarse hacia atrás sobre el respaldo del sofá. En ningún instante apartó la mirada de la rubia, disfrutaba ver su reacción a cada acto suyo.