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—Nueva habitación. Nuevo comienzo.
 
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—Eh, eh, buena chica. —Su mano dominante acarició el cabello sedoso de la muñeca. Estaba tan complacido con aquella respuesta que le sonrió con ojos cerrados—, no entiendo por qué te habrán abandonado conmigo. Pero estoy seguro que te cuidaré bastante bien.

Dijo para finalmente dejar los mismos, empujando un poco la frente de Alena hacia atrás, más grosería que afecto.
Con las cosas listas, solo debía salir; verse en un pequeño y roto espejo lo hicieron recordar lo despreocupado de su atuendo. Debía cambiarse, pero antes debía explicar una o dos cosas a su novata compañera.

—Oi, Alena. No todo tiene que ser gritos o heridas. Sí estás en un lugar solitario, es bueno para desesperarlos. Pero dónde iremos es bastante concurrido, necesitamos mezclarnos —Y no tuvo pudor en desnudarse frente la muñeca, le importaba una mierda qué pensara, ya fuera de él, de su hombría o de las heridas que iban por todo su cuerpo como un burdo mural mancillado por las manos violentas de la mafia y co
 
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