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—Nueva habitación. Nuevo comienzo.
 
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pagarme después. ¿Qué es ese chisme del libro dónde vienes? Es como si Alicia en vez de desaparecer en una madriguera por culpa del conejo, se haya introducido a un libro.

Encendiendo un cigarrillo se sentó en espera de alguna explicación. La gente con magia y toda esa porquería le desagradaba. Su ego, creencia de que todo era más fácil, hasta querido Dios le advertía que evitara a esas personas, pero Alena tenía algo diferente, su ausencia de malicia era perfecta para manipular, y no dudaría ni un solo segundo para aprovecharse de ello.
—Bingo, seremos una familia feliz que quiere invitar a una familia para el café de la tarde. No podría hacerlo solo. Ale; tú y tu encanto harán esta mierda bastante fácil.

Sentenciaba en lo que se ponía un bóxer, y volteando a ella. No era idiota, podía ver como ella lo inspeccionaba con la mirada, aunque ella no parecía estar apreciando un jugoso pedazo de carne que debía ser devorado.

—¿Es la primera vez que ves a un hombre? Cosita. —No pudo evitar reírse.

"Tengo mucho por enseñarle" decía en sus adentros mientras el closet lleno de musgo y termitas era abierto por él para cambiarse la camisa y pantalones.

Al cabo de unos minutos Alessandro estaba listo, de nuevo las formales y pulcras prendas lo vestían haciéndose ver alguien más funcional para la sociedad que un maldito adicto a la coca.

—Alena... —dio una pausa, mirándola de pies a cabeza—, ¿hace cuánto no compras ropa nueva? Eso que llevas no sirve una mierda, te puedo prestar de mi dinero y encontrarás la for
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impoluta no importaba que le hicieran. Quería preguntar, saciar su curiosidad. ¿Por qué ella tenía curvas que él no? Se miró a sí misma, comparando a ambos, aunque estuviera cubierta por su vestido, y arrugó las cejas.— ¿Así estoy bien?
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Se alegró al escuchar sus palabras, como una pequeña mascota que recibe un premio tras haber realizado un truco. Cerró los párpados con el toque y acabó por esbozar una pequeña sonrisa que acabó muriendo ante la palabra abandonar. Misma que hizo que todo su rostro se vieras inundado por la confusión. Sus párpados se abrieron, dejando ver el verde de sus pupilas teñido de algo que se podía catalogar como preocupación. ¿La habían dejado abandonada? ¿Otra vez?

Agitó la cabeza con rapidez, negando, quería alejar esos pensamientos, puesto que no era momento para ello. Había prometido ayudar a su tío, por lo que debía prestar atención a las palabras de este.

— ¿Debo mantenerme a tu lado y ser una buena niña? —Cuestionó. Sus ojos se mostraron grandes y llenos de curiosidad ante la desnudez masculina. No había morbo o algo similar. Sólo una pura curiosidad infantil. ¿Por qué eran tan diferentes? La piel del hombre se mostraba frente a sus ojos llena de marcas, pero la de Alena era
cobradores.
—Eh, eh, buena chica. —Su mano dominante acarició el cabello sedoso de la muñeca. Estaba tan complacido con aquella respuesta que le sonrió con ojos cerrados—, no entiendo por qué te habrán abandonado conmigo. Pero estoy seguro que te cuidaré bastante bien.

Dijo para finalmente dejar los mismos, empujando un poco la frente de Alena hacia atrás, más grosería que afecto.
Con las cosas listas, solo debía salir; verse en un pequeño y roto espejo lo hicieron recordar lo despreocupado de su atuendo. Debía cambiarse, pero antes debía explicar una o dos cosas a su novata compañera.

—Oi, Alena. No todo tiene que ser gritos o heridas. Sí estás en un lugar solitario, es bueno para desesperarlos. Pero dónde iremos es bastante concurrido, necesitamos mezclarnos —Y no tuvo pudor en desnudarse frente la muñeca, le importaba una mierda qué pensara, ya fuera de él, de su hombría o de las heridas que iban por todo su cuerpo como un burdo mural mancillado por las manos violentas de la mafia y co
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— Entonces, ¿ya no te veré tan seguido? —Independientemente de lo que ella fuera, eran las primeras personas en siglos con las que mantenía una relación, disfuncional, pero no habían huido de ella por lo que existía cierto apego que lograba que siguiera a cualquiera de los tres ciegamente. Además, de la carente comprensión del bien o el mal que poseía.

Su mirada se desvió a la fotografía, memorizando los rostros que aparecían, si los iban a llevar al sótano es que serían "juguetes" por lo que asintió con la cabeza animada. Quien sabe que nueva cosa iba a descubrir.

— ¡Si tío! —Además, extendió el brazo derecho, como si esperara algo.— Los atraigo pidiendo ayuda ¿no? Entonces deberías cortarme para manchar mi ropa y que sea más fácil. ¿O me vas a enseñar otra manera?
A veces su personalidad incrédula y afable hacía tanto contraste con quién era él, Alex o Scar que hacía irreal la relación en ellos. O en él, al final de cuentas lo que unía a la niña con aquellos dos eran esas cosas mágicas que no entendía. Mientras Alena avanzó él toma de su bolsillo una foto, en ella había una familia, conformada de un padre y madre, dos niños y un perro labrador.

—Mira, no tengo tiempo para resumirte todo, pero bastará con que sepas que decidí mudarme. Ahora vivo solo, eso significa más gastos, y más trabajo; esta noche iremos de visita dónde estas agradables personas, ¿Recuerdas? Las llevaremos al sótano.

Guarda la foto y entre sus cosas busca lo necesario; una glock 9mm, una soga, cinta y un peque.ño recipiente con cloroformo acompañado de un par de pañuelos al lado.

—¿Ayudarías a tu tío, Ale?
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Era de noche, el único momento en el que ella se podía manifestar de esa forma. La voz no fue desconocida, al contrario, se sintió aliviada de tener una figura que podía considerar cercana a su alrededor, aunque estuviera ligeramente desconcertada por las palabras y no por la apariencia.

— ¿Hogar? Pero este no es el departamento. —Habían muchas cosas que se escapaban de su entendimiento al estar ausente durante el día, pero relacionaba a su tío Aless junto a su padre y a la tía Scar. Como un infante complemente carente de malicia se acercó a pasos rápidos a la figura masculina que la superaba en altura, el blanco inmaculado de su vestido contrastaba con todo el lugar.

— ¿Jugar? ¿Qué jugaremos? —Había recibido múltiples órdenes, pero esa nunca había sido una, aunque conocía el concepto por cada vez que escuchaba la palabra "juguete" en casa.
—Veo que despertaste.

Su voz, anunciándose desde un rincón de la habitación, la luz no daba hasta allí, dando paso a una cortina de oscuridad que ocultaba su presencia. Entre las sombras el fuego de un encendedor prendió un cigarro. Seguido de una nube de humo que se atrevía a cruzar hacia la luz y perderse entre la pequeña sala. No fue tan tonto como para no reparar en que aquella "Niña" era anormal. Justo como Alex, justo como Scar.
Alessandro entonces se levantó de su asiento, dejándose ver. El rostro cansado, ojeras marcadas y la camisa manga larga que antes en un blanco inmaculado ahora manchada de la tierra, alcohol y sangre.

—Pensé que podíamos jugar, Ale, Ale, ha pasado un tiempo desde que nos juntamos... Bienvenida a mi hogar.

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