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Alerc · M
¿Cuántas veces no había visto los contrastes entre el pobre distrito donde él vivía - inundado por el miasma de la miseria, donde la esperanza de vida era corta y las raciones magras, cuando las había - y la vida que podía adivinarse detrás de las murallas? Bastaba con ver el desfile de la guardia custodiando los faetones cuando los emisarios de las Casas Bajas salían a visitar el Palacio Real, para darse cuenta de que ellos no sabían nada de hambre, penurias o tristezas; claro, tampoco sabían de los que vivían bajo su sombra, hacinados en las casuchas de las afueras, pugnando por sobrevivir un día más. No, ellos tenían que dirigir la comarca, ocuparse de asuntos importantes. Primera lección: si no tienes, no vales.
Almeric se juró a sí mismo que alguna vez tendría. Su madre había muerto al dar a luz a su hermana; su padre, un hombre que él recordaba como amable y culto, se fue un día para no volver jamás. Nunca volvió a saber de él. [...]
Almeric se juró a sí mismo que alguna vez tendría. Su madre había muerto al dar a luz a su hermana; su padre, un hombre que él recordaba como amable y culto, se fue un día para no volver jamás. Nunca volvió a saber de él. [...]
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