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S1564337 · 26-30, F
Soltó una risa, que en alguien que no la conociera, se convertiría en burla; pero para Almeric sería el gesto de confianza y honestidad que la general desperdigaba a aquellos que consideraba cercanos y por quienes podía tener confianza. Se llevó la mano a su boca, limpiándosela —¿tenía que hacerlo? Era una manía de preparación para alejar el nerviosismo—, y negó con la cabeza. Ambos sabían que el cazador era más que digno; tal vez incluso mejor que ella, por algo era la mano derecha de la próxima reina. Sacudió la mano zurda, desechando la idea de la conversación de ambos y agitó la espada, deseosa de comenzar. Sus ojos, por instinto, quedaron prendidos de la punta de la flecha, atenta a su movimiento. Desde ese momento, el tiempo pareció ralentizarse. Toda acción se veía tan despacio y pausado, mientras su mente desfilaba las ideas y órdenes al resto de su cuerpo tan rápido. Sonrió, levantando la vista al pelirrojo rápidamente, su mano libre se movió, y complementó los movimientos de
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