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[...] esperando que esto llamara la atención de la rubia. Como tuvo el descaro de acercarse, también osó pedirle al tabernero más vino y algo qué comer en lo que se preparaba la carne— ¡Aquí más vino y algo para tragar, maldita sea! —y aunque se expresó como uno de esos molestos clientes ebrios, su pedido apenas llegó a los oídos de aquél hombre. El tabernero estaba a punto de ponerse a trabajar con aquél jabalí, claramente iba a necesitar ayuda de alguno de las personas que trabajan con él, sin embargo, la atención de este se hallaba puesta en una conversación que inició, súbitamente, con una mujer recién llegada. Esta era una comerciante más, tenía sus años y en su expresión había agobio y no solo por su extenuante labor. De esta conversación se pudo escuchar claramente: «¿Nadie está dispuesto a ayudarnos? Los soldados de la capital tardarán mucho... »; «No hay nadie capacitado aquí, los pocos extranjeros aquí...»; «Lo sé, pero se trata de nuestros niños... Por favor [...]
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