La visita de aquel ente extradimensional a lo que parecía ser una brecha a otro plano, entre el plano terrestre y otro abismal no parecía una que no fuese hostil, día tras día ya llevaba luchando contra aberraciones que intentaban penetrar hacia planos existenciales que llevaban a lugares que podrían conducir a otros que podían conectar con los reinos de los seres que había decidido proteger, la progenie de su hermana, el reino de su hermano e inclusive caminos que podrían llevar al espacio o al reino aliado donde sus hijos o esposa vivían. (...)
Espadazo tras espadazo se escuchaba la danza de espadas, electricidad contra fuego soltando chispas, pues la oxidada espada de Pazuzu parecía desplegar aquel elemento y a pesar de que Alastair era inmune a las llamas, y llevaba aquella armadura orgánica resentía los shocks eléctricos del gran arma de Pazuzu quien soltaba una carcajada, y ahora desplegaba truenos y centellas, que se convertían en descargas eléctricas que caían del cielo. Alastair hacía todo lo posible para eludir aquel daño, se movió hacia un lado, luego hacia a otro mientras dos rayos caían, más un tercero reventó justo frente a su rostro. La armadura nuevamente le cubrió, pero se sentía entumecido, golpeado, cansado, su respiración peasada.