—No serán mis hijos, pero considerando que yo no tengo ninguno podrías enviarme a un par para que vean la severidad de mi entrenamiento; sabes que eventualmente eso rendirá frutos. — Añadió con calma mientras arqueaba su ceja, no se notaba bromeando ante aquellas palabras, pero manteniendo aquella expresión traviesa y serena, mientras sus ojos carmín le veían de reojo al estar la fémina y melliza propia detrás suyo.
— Mis hijos dan más problemas que el imperio. Es difícil entrenar a cada wurm y mas por su distinta casta. — Suspiró, algo resignada, sonriendo por igual a su mellizo; sonrisa que de igual modo mostraba cierto deje de malicia, aquella que solo su mellizo entendía, gracias a los lazos sanguíneos que los unían.
— Lia... Es bueno ver que has sacado tiempo para vernos. ¿Cómo van las cosas en el Imperio? — Diría el varón quien ya se había acoplado a la vida moderna, habiendo comprado un apartamento un tanto obscuro pero moderno, su rostro volteó hacia ella y le regaló una sonrisa que siempre tenía un dejo de malicia por su naturaleza, su diestra reposando sobre uno de los brazos que le rodeaban.
