[code]"[Alaqai], [b]naciste aferrando un coágulo de sangre oscura en tu mano. Como un perro que se come su propia placenta, como la fiera que ataca en el desfiladero; como el león que no puede refrenar su furia, boa que engulle vivos los animales. Águila que ataca su propia sombra, que no tiene otra compañía que no sea la propia, ni otro látigo que no sea la cola del caballo."[/b] Así fue como su madre le recitaba su propia historia, frente a una afrenta digna de los hermanos tayichi´ut.
Los Cheren habían perdido mucho en las luchas contra el Imperio, y finalmente fueron derrotados, teniendo que someterse. Entregaron sus tierras, entregaron sus caballos y también entregaron a sus hijos. El mayor de todos, a quien acusaban de ser un feroz guerrero y un domador de bestias, fue encomendado a conformas las huestes del mundo que harían temblar la tierra, vaciar los lagos y traer el poder del Padre Cielo a la tierra.
En sueños en campaña, [Alaqai] ve repetidas veces la figura de una mujer, una mujer que le atormenta por las noches donde la Madre Tierra no puede protegerle, y teme que sea un designio de ella misma, dedicando su vida a intentar encontrar a dicha mujer, a la cual puede atestiguar como joven y peligrosamente hermosa.[/code]
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[code][Alaqai] es un tártaro de no más de diecisiete años, no medirá tampoco menos de un metro con setenta y su cuerpo es fornido. Dada su dieta tosca, especialmente de lácteos fermentados y cacería es que es un hombre de porte combativo. No duda en parecer un férreo guerrero, pero con un rostro pensativo e indudablemente juvenil.
Su personalidad es juguetona, ya que suele provenir de una comunidad famosa por su extraño humor y su forma poco usual de hacer la guerra, aún así, desde que el Tengri se posó en él, debió de adaptarse a la disciplina mongola.
Exclusivamente entrenado en ser un soldado de caballería, el arco es su mejor amigo, compartida como el arma más efectiva y temida de los mongoles. Yesui es el nombre de su arco pequeño, fácil de usar mientras se marcha velozmente a caballo, y muy tensado. Las flechas (que al ser fuertemente impulsadas podían atravesar armaduras) poseen en su parte posterior un dispositivo que con el aire emitía un silbido por el cual, prácticamente sin ver, Alaqai sabía la dirección hacia la que apuntaba. [/code]
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