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AkemiHanamiya · F
Sintió miedo, preocupación, el corazón se le apretó en el pecho. Al verlo forcejear contra los doctores quiso gritarle, darle la orden, pero tenía más miedo de que las palabras no salieran de sus labios, que la voz se le cortara a media frase y que eso de alguna forma hiciera que fuera más difícil que lo atendieran. Espero a que saliera de la habitación, cuando finalmente fueron capaces de llevarselo. ¿Cómo se mantuvo en pie? Lo admiraba y al mismo tiempo se aterraba de ello. Se cubrió los ojos con los brazos y dejó que las amargas lágrimas bajaran por sus mejillas.— N-no, no fue tu culpa, Regulus. Fue mía, solo mía. —Lloró en la soledad de la habitación.
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No creía que fuera necesario, realmente no le agradaba la idea de estar conectado a alguno de esos aparatos tan extraños. Se sentía bien, débil, pero bien. No tenía dolores porque el dolor emocional que sentía en ese momento era mucho mayor.— No, fue mía. Debí hacer mejor mi trabajo. Debí estar ahí. Debí evitar que todo esto sucediera y llegara hasta este punto. Solo ha sido culpa... Mía. —Cerró los ojos, se sintió débil y terminó por apoyarse en la silla cuando el médico lo empujó. No fue una revisión exhaustiva la que realizó, pero bastó con abrirle el saco y levantarle la camisa para encontrar las heridas de bala. Algunas aún tenían el casquillo visible, otras sólo parecían pequeños hoyos de los cuales la sangre salía. Dos o tres golpes eran en total los que tenía en el abdomen y el pecho. Uno más en la pierna. El doctor llamó a otros médicos, incluso enfermeras y, aún con la renuencia del hombre, se lo llevaron para la cirugía de extracción de las balas.
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— Ya estoy bien, ya lo peor pasó, por favor Regulus. —Puso un poco más de fuerza en el agarre, pero no demasiada, porque no tenía mucha, pero la suficiente para que él supiera que ella estaba ahí.— Puedo decirle que venga aquí, así te mantienes a mi lado y yo puedo estar tranquila. —Se mordió los labios, lo vio frágil, lo vio débil y su mano libre buscó el botón de emergencia, aunque se enojara con ella, debía asegurarse de su seguridad, como él se aseguró de la suya.— No fue tuya, nunca pienses eso, hiciste todo para mantenerme segura. Los únicos culpables son las personas que me retuvieron. Solo ellos, nadie más. —Habló con firmeza, con esa que hubiera heredado de su padre aunque la voz se le cortó y miró con impaciencia a la entrada, esperando por el doctor.— Ahora si podré descansar. —Le susurró en cuanto vio al hombre entrar, no faltó más que una señal para que fuera hacia el chico.
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— Lo haré. Después. Por ahora quiero asegurarme de que está bien. —Sonrió, lo intentó, avanzó un poco más hasta estar más cerca de la cama, allí apoyó la mano libre sobre el colchón de la cama.— Fue mi culpa. Fallé a mi palabra y no cumplí con mi reglamento, mi juramento. Cometí un error. Aunque deseara hacer todo por sí misma, debí seguirla. Habría podido hacer algo. —Suspiró. La respiración se le hacía débil, la vista parecía nublarse y perdía parcialmente el sentido del equilibrio.— Debe descansar, Kemi-san. Así sus heridas tardarán menos tiempo en sanar.
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— Por favor, deja que te revisen, no voy a poder descansar tranquila hasta que no lo hagan. —Se mordió los labios con angustia y los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas, estaba muy preocupada, en verdad quería saber que estaba bien, más que lo seguía viendo tan lleno de sangre, tenía miedo de que ocultara alguna herida de ella.— No es tu culpa, no lo es. Solo respetaste mis deseos, quise valerme por mí misma, fui irresponsable, imprudente. —Se sintió feliz de tenerlo junto a ella, no se volvería a alejar.— No me puedo mover hasta que mi costilla no sane un poco, porque me puedo perforar un pulmón.
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Negó, lento. En urgencias habían intentado revisarlo un par de veces pero en todas se había negado colocando más fuerza para que los médicos lo soltaran.— No es necesario, estoy bien. He lidiado con cosas peores. —Ante la explicación dada por la chica, observó atentamente los aparatos. Prestó especial atención al medidor de su corazón, ese que parecía marcar un ritmo lento, un poco más lento de lo normal.— Lo fue. Fue totalmente mi culpa. Nunca debí apartar mis ojos de usted, tampoco debí dejarla sola por más de diez minutos. Todo... Es mi culpa. —Suspiró, cansado, hastiado y al mismo tiempo dolido. Cerró los ojos y presionó la mano de ella con suavidad.— Pronto podrá ir a casa, los doctores dijeron que estará aquí dos o tres días más si todo estaba bien.
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Su rostro expresó la preocupación que sintió al escucharlo decir que dolía. Él no debería estar ahí de pie, preocupado por ella, debería estar descansando también, él arriesgó su vida para protegerla, para rescatarla, se enfrentó a todo y a todos.— ¿Ya el médico te revisó? —Su voz reflejó la angustia que la embargaba, quiso hasta incorporarse para alcanzarlo, pero su abdomen dolió y se quejó sin poder ocultarlo, se sentía tan impotente.— Volveremos a casa, ahora si lo podremos hacer, juntos. —Se mordió los labios y después habló.— Son para monitorear mis signos vitales, ese es el sonido del palpitar de mi corazón. —Movió sus dedos hasta que se aferró a su mano con fuerza, sin importar la vía.— No es tu culpa, no te disculpes, nada de esto es tu culpa.
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Su expresión reflejó todo sentir. Parecía que iba a desmoronarse allí mismo que, si tenía la oportunidad, iba a soltarse a llorar. Pero contuvo aquella emoción cuando le habló, procuró sonreír pero aquella curva desapareció por la agonía de los sentimientos encontrados.— Duele. Pero no sé dónde ni porqué. —Habló, así de monótona fue la respuesta antes de tomar aire lento y con fuerza, se sujetó el abdomen con la diestra y procuró ignorarlo.— Solo sé que preferiría no verla aquí, sino en casa. No entiendo porqué estos aparatos hacen tantos ruidos. —Se acercó otro poco, su mano derecha buscó la de ella, esa que estaba conectada a una bolsa de suero para combatir la deshidratacion.— Akemi-san... Lo siento mucho. Por favor, perdóneme.
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Cuando duermes, el tiempo pierde significado, cierras los ojos y al despertar pudieron pasar horas pero sientes que solo fueron segundos. Eso fue lo que sintió Akemi en ese momento, había estado con Regulus en la ambulancia, pero ahora despertaba en un habitación blanca con las luces lastimando sus pupilas. Su cuerpo se sentía adormecido, pero bajo eso, el dolor en su costado se negaba a desaparecer. La enfermera salió corriendo apenas la vio despierta y poco después llegó el doctor, al parecer su costilla estuvo a punto de perforarle un pulmón. Suspiró y lo resintió, el encuentro con su madre no fue mejor, le rompió el corazón verla llorar. El último en llegar fue aquel que deseaba ver primero.— Regulus. —Murmuró, sentía la garganta seca pero no importaba.— Adolorida, pero estoy bien. ¿Cómo te sientes?
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Impuso fuerza en su mano, quizá más de la que debía poner en ese momento pero, de aquella manera podía generar la idea de que ella seguía presionando su mano pese a sentir el vínculo entre ambos más débil. Presionó los dientes, tensó la mandíbula y se sintió impotente. Durante el trayecto y su estadía en urgencias, estuvo tenso, nervioso, caminando de un lado a otro mientras le daban razones del estado actual de la chica. Ni siquiera la mamá de Akemi conseguía sentarlo en una silla porque se levantaba de inmediato a caminar. Cuando dieron razones, los dejó pasar primero a visitarla y él esperó, así lo haría hasta que la señora salió para avisarle que podía pasar.— ¿Kemi-san? —La pregunta dejó sus labios con duda, incluso se inclinó en dirección a la cama un poco mejor. Todos esos aparatos eran desconocidos para él, pero solo ella importaba.— ¿Cómo se siente?
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