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— ¿ Y qué fue? —Inocente fue la manera en que formuló aquella pregunta. La mente de Akemi podía ser un verdadero desafío de comprender para él, especialmente porque ella siempre pensaba en algo. En su hermano, en los demás, en las expectativas, en los libros que leía o cualquier cosa podía rondar esa mente que hacía todo más difícil de entender. Aunque logró regresar en sí, tras ese trance analítico, cuando la escuchó gritar. Sus manos se afloraron sólo unos segundos pero volvieron a colocar fuerza para no soltarla. ¿Qué no había dicho que la levantara? — Pero Hanamiya-san es la única forma de... ¿Hanamiya-san? ¡¿Hanamiya-san?! —Verla "dormir" nuevamente no señalaba nada bueno, debía llevarla al médico de inmediato antes de que esos síntomas se hicieran más complejos. Así que salió, en búsqueda de uno de esos transportes que llamaban taxi y siguió las instrucciones que la señora más de una vez le indicó ante las emergencias. ¿En qué tanto podía estar pensando para colapsar dos veces se
— Es que me puse a pensar en algo que no debía y solo pasó. —Se encontraba un poco dispersa, por lo que no pensó en lo que decía y solo contestó por inercia. Segundos después se dio cuenta de lo que había dicho y enrojeció, se llevó las manos a los ojos para ocultar la vergüenza y esconderse de una forma lamentable. Un pequeño grito dejó su garganta del susto, al pedirle que la ayudara a levantarse se había referido a que le diera la mano, no a que la levantara en brazos.— ¡Regulus! N-no es necesario. —Pero al estar tan cerca el aroma masculino la inundaba y sus luces se apagaron de nuevo. Tendría que pensar en una buena excusa cuando la llevara al médico, pero ya sería cuando despertara.
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— ¿Emocionarse de más? ¿Por qué? —No comprendió, así que prefirió achacar aquella situación al desayuno, a esa importante comida que, por alguna razón, ella había decidido saltar a pesar de que siempre se reunían a almorzar. Se sintió culpable, porque aquella debía ser una de las pocas tasas que tenía asignadas para siempre supervisar. Regresó la vista a ella en espera de la respuesta, el número era correcto. Asintió dos veces, para confirmar que estaba correcta y que también le ayudaría. Así pues, acomodó sus manos de manera que logró tomarla entre sus brazos, el izquierdo detrás de las rodillas y el derecho detrás de la espalda para apoyar la mano sobre su abdomen, así tendría mejor soporte.— Hanamiya-san, debería tener más cuidado y dejar de saltar las comidas. Hará que todos se preocupen innecesariamente... Y que mi trabajo no sea eficiente. La llevaré al médico, ¿está bien?
— Regulus. —Nombró al chico y ladeó el rostro levemente. Apoyó los antebrazos para incorporarse un poco, sin mucho resultado por lo que terminó por quedarse acostada.— Creo que me he emocionado de más o quizás fue que me salté el desayuno. —Sentía el rostro caliente y la cabeza le dolía levemente por lo que no le prestó mucha atención a la cercanía.— Estoy bien, creo. —Parpadeó una dos, tres veces hasta que logró enfocar.— Son tres dedos. ¿Me ayudarías a levantarme?
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No obtener respuesta lo hizo alterarse un poco más, sin embargo, consideró que mantener la serenidad era importante si quería utilizar ese artefacto que ella llamara "celular". Tenía entendido que el número de emergencia estaba allí, pero aún no le quedaba del todo claro cómo "marcar línea".— ¡Ah, Hanamiya-san! —Exclamó con emoción, casi preocupación, una vez que le vio despertar y suspiró con alivio.— Se desmayó. Quizá debería llevarla con el médico, no es normal que esto suceda. Pero, ¿se encuentra bien? —Preguntó. Su distancia del rostro de ella se cortó un poco más. Quería estar seguro de que sus sentidos parecían estar bien y que sus pupilas respondieran a los estímulos o pudieran seguirlo. Así que levantó la derecha y le mostró el índice, medio y anular.— ¿Cuántos dedos ve?
Quizás fueron un minuto o dos los que estuvo presa de la inconsciencia, debió ser a causa de sus emociones sobre estimuladas o de que se había saltado el desayuno, no estaba segura del motivo. Abrió los párpados con dificultad como si la luz le molestara, parpadeó un par de veces para poder ver con claridad. Lo primero que observó fue un cabello rubio y al mover la mirada, se dio cuenta del chico.— Regulus. ¿Qué sucedió?
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— ¿Manicura? —Preguntó. Jamás había escuchado esa palabra antes, sólo un par de veces cuando escuchaba que la señora de la casa acudía al salón para hacerse manicura, pero jamás había entendido qué diantres significaba ello. Siempre la veía igual cuando se iba a cuando regresaba al hogar, quizás era un nombre de algún platillo o lugar particular. Divagó, así permaneció en su mente tratando de entender tantas cosas que no percibió el color en ella, incluso el cambio de temperatura le pareció mínimo pues sus dedos estaban terminando de adaptarse a ella. Y de un momento a otro, la sintió ligeramente más lejos.— ¿Hanamiya-san? —Inquirió. Sus manos se apresuraron a rodearle el cuerpo, para evitarle que cayera de lleno al suelo, se fue inclinando de a poco hasta que estuvo cerca del suelo y allí la apoyó para sujetarla de los hombros y sacudirla un poco.— ¡¿Hanamiya-san?! ¡Hanamiya-san, ¿Estás bien? Despierta!
— Pues no estoy segura de que halagan los hombres, yo a mis amigas les digo si se ven bien o cuando compran alguna prenda, incluso si alguna se hizo la manicura. —Intento pensar en todas esos libros de romance idealizado que solía leer, pero todos los elogios tenían un propósito concreto y habían algunos muy subidos de tono, de cierta literatura que su madre no sabía ella consumía y lograría escandalizar a quien fuera, no podía decirle que halagara semejante cosa. Volvió a enrojecer pero en esta ocasión podía hacer competencia con un tomate maduro, que pensamientos tan inapropiados.— Si se puede morir de vergüenza. —Tragó en seco y su temperatura se elevó aún, intentó decir algo coherente pero entre sus fantasías idealizadas y contacto, simplemente su vista se nubló y todo se volvió negro. Su cuerpo se fue de espaldas de forma repentina.
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— ¿Otros atributos? ¿Cómo cuáles? —Inquirió, de entre todas las cosas que se le ocurrió, ninguna de ellas podía ser útil. No podía halagar su espada, ni su escudo, sus habilidades para montar a caballo o con cualquiera de las otras "armas" que empleaban en su nación para defenderse. Lo único que se le ocurrió, fue pensar en lo superficial: Sus ojos, su cabello; pero lo descartó por ser tan obvio.— ¿Morir de vergüenza? No creo que sea para tanto ello pero... —No terminó de hablar, su atención permaneció en la frente de ella, allí donde un rastro oscuro nació a causa de la tinta. Elevó la izquierda y dirigió sus dedos hacia la piel ajena, donde repasó el índice un par de veces para tomar el color.— No, yo debí avisarle a Hanamiya-san que tenía tinta en la mano antes de tomarla. Fue mi error. Ahora tiene tinta en la cara por mi culpa. Esto no debería suceder si fuera más cuidadoso.
— Pero hay otros atributos que se pueden halagar, no tienen que ser precisamente esos lugares. —No le emocionaba la idea de que le halagaran sus extremidades o articulaciones precisamente.— No existe una persona que quiera halagarme de esa forma, pero tampoco lo veo necesario. Moriría de vergüenza. —Ante el pedido del joven soltó la mano e instantáneamente se la llevó al flequillo para acomodarlo cuando su rostro enrojeció. Lo más seguro es que terminara por llenar de tinta su frente.— Lo siento, no debí tomarte la mano sin aviso.

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