Leyó el mensaje en el que Emma le confirmaba que iría aquella noche, y saltó del gusto; pero en seguida recordó lo nerviosa que eso la ponía. Entre gruñidos y risitas, continuó limpiando su habitación, y cuando estuvo satisfecha, corrió a ayudarle a su madre con el resto de la cena.
Veía su celular a cada rato, y cuando Emma avisó que había llegado, corrió bruscamente, se puso los zapatos, cruzó el patio, y respiró profundamente cuando estuvo a punto de abrir la puerta. Nada podía salir mal, después de todo, su padre no estaba, y eso haría la velada ligera y disfrutable. —Okaeri, Emma!
—Se sonrojó como la chiquilla que era cuando Emma aduló su buen gusto, y los nervios la traicionaron, pues se llevó una mano hacia su mejilla, la cual se rascó con nerviosismo, pero ante la sugerencia de la rubia de ayudarle a limpiar, la azabache se exaltó, y recogió todo con torpeza, aventándolo dentro de su closet; ya limpiaría después.—
Iiyo, Emma-chan! Los invitados jamás deben de ayudar en las labores del hogar. —dijo decidida, dejando todo el desastre detrás de ella, oculto en su closet, y entonces pareció recordar algo.— Ah, ¡es verdad! Debo poner el futón para esta noche, ¿está bien si lo pongo junto a mi cama? Así podemos platicar hasta quedarnos dormidas.
—Con una sonrisa de oreja a oreja, y mientras esperaba la respuesta de la rubia, la adolescente corrió hacia su cama, abrió un cajón, y sacó en un sólo movimiento el bien doblado futón.— Por supuesto que tú dormirás en la cama, ¡mamá puso unas sábanas nuevas sólo para ti!
