—No pudo evitar fruncir los labios al escucharlo, pero su ceño evitó arrugarse, tenía una expresión constreñida. Por primera vez, no quería minimizar los deseos y metas de Manjiro, pero le costaba trabajo.— Oi, sabes que voy a ser servidora pública cuando sea grande, no es así? —preguntó con tanta calma como pudo, pero con los labios aún apretados.

— En ser cada vez más fuerte, cuando toda esta ciudad me pertenezca... Estaré satisfecho — Mencionó con tranquilidad cerrando por completo los párpados y manteniéndose en el mismo lugar, a juzgar por su gesto tranquilo estaba completamente cómodo.

— ... ¿Seguirías hablándome?—

—El peso de Manjiro encima suyo no le molestó, pero, por alguna razón, permaneció dignamente malhumorada, mirando hacia la ventana, mientras le escuchaba.— Nani o itte iru, chibi-doji? —sin voltear, bajó su mirada, y se encontró con ese cabello rubio sobre su regazo.— ¿En qué te estás esforzando? —preguntó con honestidad, pues esperaba que, después de la última vez que hablaron, Mikey comenzara a ser más abierto con ella.—

Se acomodo ahí sobre esos suaves muslos resguardados por la tela de la falda, entre cerró más la vista y se le vió concentrado al parecer en "la nada". — Yo también me estoy esforzando, pese a que sea algo que no es de tu agrado, cuando esté en la cima... Espero aún me quieras hablar —

Oi, me esfuerzo cada día por ser la mejor en todo, ¿y tú quieres que sea tu almohada? Mattaku! Debes tener un deseo de muerte.— rechistó, manteniendo su gesto, y frunciendo aún más la nariz cuando escuchó lo último que dijo el rubio.— Tsk! No tienes remedio… —se quejó, girándose hacia un lado, molesta, pero dejándolo recostarse sobre su regazo.—

— Quiero que tú seas mi almohada — Le gustaba observar ese gesto malhumorado de la azabache por lo que continuó con la misma actitud.

— Cansado de golpear a otros pandilleros—

Oi! ¡Vete a tu cama! ¿Es que no tienes una? —dijo, malhumorada, mirándole hacia abajo con el ceño fruncido.— Además, ¿cansado de qué? Ni siquiera vas a clases nunca, tsk!

— Estoy exhausto... — Soltó en medio de un bostezo y descaradamente se acomodo ahí sobre ese par de muslos. Su rostro quedó boca arriba y desde su lugar la observó con ese gesto de siempre.

—Sentada, así como estaba, con la mirada perdida en el techo de esa biblioteca, no sintió al rubio llegar, y se sorprendió cuando sintió movimiento sobre sus piernas. Estuvo a punto de patearlo por instinto, pero se contuvo al ver de quién se trataba.— ¿Ah?! ¿Nanda to, chibi-doji?! —reclamó, en un susurro lleno de sorpresa y de ese mal humor que la caracterizaba.—

Buscó recostarse sobre los muslos de la azabache. —... —