—Se paró en seco, y la vena de la sien se le había saltado del enfado que le causaba el descaro del rubio.— Urusai! Sí así hubiera sido, no tendrías dientes ahora mismo. ¡Deja se decir tonterías! —rechistó, mirándolo molesta, para continuar con su andar, ahora con pasos molestos y sonoros.— ¿Acaso no tienes a nadie más para molestar hoy?
— ¿Y?, Desde esa posición logré ver tus calzones— Soltó en broma pero con esa enfermiza seriedad que tenía en medio de sus extraños comentarios que bien sabía descolocaba a Airi.
Iiada! Eres demasiado molesto, ¿crees que puedo leer tranquilamente contigo sobre mi hombro haciendo preguntas? Iie! Además, la última vez te pegaste a mi pierna como garrapata… ¡ni siquiera soportas el horror! —se quejó con singular energía, haciendo ademanes que resaltaban su molestia, mirándole de reojo de vez en vez, con ese ceño fruncido.—
