—Sentía que el rostro le explotaría, ¡nadie la sacaba de sus casillas como Mikey! El enojo era demasiado, y le sacudió la cabeza con brusquedad.— Urusai, teme! ¡Eres un bicho raro y pervertido! —le acusó entre dientes, y lo terminó aventando hacia el suelo; tenía una cara de demonio, absolutamente descompuesta por el enojo y la vergüenza.—
Le enseñó su lengua y sonrió con cierta malicia, sabía que el nivel de confianza había crecido al no recibir un golpe como en oportunidades anteriores.
—Tanto las palabras del rubio, como la expresión en su rostro, le ocasionaron un escalofrío que le avivó el sonrojo, y sintió vergüenza mezclada con furia. Sus manos, temblorosos así por el enojo, apretaron ese rostro con fuerza, mientras lo levantaba, acercándose a su cara.— Teme! ¡Eres un insolente sin vergüenza! —le acusó, por que en verdad nunca podía predecir nada de lo que Manjiro haría, y eso la descolocaba cada vez.—
Descaradamente le observó desde su posición, fijó bien su vista a ella y lamió con la punta de su lengua su propio labio superior. — ¿Hmm?, Puedo ser lo que tú quieras— Soltó esperando que lo asesinara.
N-nantekotta?! —tomó de la cabeza al rubio, mirándole hacia abajo con la vena de la cíen bien saltada del enfado, aunque sus mejillas estaban enrojecidas, porque aquello le ocasionaba cosquillas.— Oi, teme!! ¿Acaso eres una piraña?! ¡Déjame si no quieres perder todos los dientes!
