« Back to Album · Next »
Fuera de las respiraciones agitadas de las involucradas, un silencio reinaba en las inmediaciones de aquel parque; parecía un momento de tregua momentánea entre las delincuentes que, tan sólo unos momentos antes, habían estado peleando entre ellas. Pero el cansancio mermaba los cuerpos de todas, y sólo un par de ellas quedaban en pie, justo al centro del conflicto: la Kaisei Kitsune Oni y Tanaka de las Yoyogi Hannyas.
 
Newest First | Oldest First
ClosedClosed · 31-35, M
Se relajó, volviendo a llevarse las manos a los bolsillos y a la par de que las onis se retiraban, él se adentro al parque, siguiéndolas con la mirada mientras se alejaban. Se quedó de pie cerca de las hannyas, dedicándoles tan solo una risilla burlona y una mirada de lástima, antes de reemprender el paso, sacando el móvil de su bolsillo diestro para comenzar a teclear sobre la pantalla. Tenía un nombre y un uniforme ahora, y eso era más que suficiente.

[ To: Tatsuya U. ]

[ Averigua lo que puedas sobre una tal “Sato” de Kaisei Gakuen. No hay pierde; sé que va ahí por el uniforme que llevaba. Después de todo, tu hermanita también, ¿no es así? Seguro si le preguntas por alguien que suele llevar una máscara de kitsune, nos apuntará en la dirección correcta, si no es que se orina del miedo primero. ]

[ Send. ]
ClosedClosed · 31-35, M
El delincuente se giró para encarar aquella escena; hubo un instante de silencio, en el que tan solo se podía escuchar la respiración entrecortada y forzada de la Hannya en el suelo, mientras Airi mantenía los brazos alzados, empuñando con fuerza el bat. Más que una pelea, aquello daba la impresión de ser una ejecución visceral, luciendo la sukeban como un verdugo y su contrincante como un animal al que se disponía a sacar de su miseria, ambas a punto de arruinar sus vidas.

— Hazlo, no seas cobarde, maldita mocosa.

Decía Junzō entre dientes para sí mismo. La tensión era insoportable y despertaba en él aquellas ansias enfermizas que solía reprimir pero que no podía contener cada que la sangre fluía. Todo aquello se disolvió de golpe en él al escuchar el anticlimático sonido de las sirenas. Frunció el ceño en decepción, pero tampoco le extrañaba la idea de que algún vecino hubiese llamado al ver aquella escena.
ClosedClosed · 31-35, M
Suponía que el veredicto era más que obvio, y sus expectativas no eran muchas para lo que sucediera después, pero fue la pregunta retorica que ella lanzó, haciendo gala de un mórbido cinismo, lo que le hizo mantenerse ahí en lugar de continuar con su andar, junto con el vitoreo burlón y las risas de sus onis, quienes tampoco parecían pretender detenerse.

Los brutales pisotones retumbaban, acompañados de los quejidos lastimosos de Tanaka hasta que finalmente la oni hizo una pausa para extender la mano, siéndole entregado el bate por una de sus secuaces. La sonrisa de Junzō se tornó mórbida en este punto; incluso para sus estándares, aquello era excesivo, pero más que causarle repulsión, le generaba una fascinación que no podía contener y aquello era exacerbado tan solo por la duda notoria y el temor en las protestas de sus secuaces.
AiriSato · 18-21, F
Le advirtió, y con eso salió de aquel parque a paso lento y pausado, y sus derrotadas contrincantes sólo pudieron ver las espaldas de las Onis mientras se alejaban con la calma de quien se sabe invencible y superior, mientras que la Kaisei Kitsune Oni, mecía su trofeo al compás de su caminar, de un lado a otro, casi de manera infantil.
AiriSato · 18-21, F
Airi bajó las manos con calma, y observó por unos segundos a su presa. Su sonrisa se había desvanecido, y, por unos segundos, sus labios se apreciaron espeluznantemente rectos, pues con esa máscara puesta y con las manchas de sangre ajenas sobre la ropa y una de sus mejillas, parecía una aparición.

Una pequeña sonrisa a medio labio se le dibujo, y se puso en cuclillas, justo sobre el rostro de Tanaka, y aún con el bat en la mano.

—Te salvó la campana, serpiente. Un día más para vivir. Eso dicen, ¿no? Por cierto, no le haces honor al nombre de tu banda. Hannyas. No merecen ese nombre, son indignas. Deberían considerar cambiarse el nombre a "Serpientes"; no son más que un grupo de alimañas escurridizas.

Ahí estaba de nuevo, esa burla condescendiente y pasiva que le erizaba la piel a cualquiera, y que se adornaba de una sonrisa llena de sorna. Se incorporó y la miró hacia abajo.

—La próxima vez no tendrás tanta suerte. Ja ne.
AiriSato · 18-21, F
Entonces se perfiló, estaba en la posición perfecta para aplastarle la cabeza a su contrincante. Hubo un silencio general, incluso sus súbditas jadearon incrédulas al verla dispuesta a terminarla con un golpe que definitivamente sería mortal.

—O-oi... Sato-san... Eso ya es excesivo, han perdido.

Dijo una casi tímida voz detrás de ella, era la voz de Tachibana, su segunda al mano.

—Urusai. Yo decido cuando esto termina.

Dijo con frialdad calma sin siquiera inmutarse, y la autoridad que denostaba su voz heló a todas las presentes, y sólo la respiración trémula y desesperada de Tanaka, que la miraba con una mezcla de horror y odio, se escuchaba en un eco desesperado.

Fue entonces se escucharon las sirenas, y tras un momento de perplejidad, todas las presentes comenzaron a agitarse, comenzaron a replegarse en los respectivos grupos. Airi aún tenía al bat en posición, y Tachibana la tomó de la muñeca.

—Sato-san... Es hora de irnos.
AiriSato · 18-21, F
Las onis gritaban animosas al ver a su lidereza tomar el bat con esa calma que la caracterizaba. Tanaka parecía arañar el suelo, intentando huir desesperadamente. Sato le quitó el pie de encima, pero sólo la hacerla girar boca arriba de una patada en el costado. La Hannya tenía la boca llena de sangre y tierra, y Airi le sonreía de aquella manera retorcida; parecía un demonio, le hacía completo honor a su nombre.

Entonces tomó el bat con ambas manos, tomándolo con firmeza. Hizo un par de swings al aire que rompían el viento de manera audible; una demostración de la monstruosa fuerza y precisión de la adolescente.

—Es un buen bat, serpiente. Será un lindo trofeo.

Dijo con sorna, en ese tono metálico que adquiría su voz cuando se burlaba de sus contrincantes. Las demás delincuentes no luchaban más, las Kaisei Onis se limitaban a detener a cualquiera que intentara interferir con el enfrentamiento entre las sukebans.
AiriSato · 18-21, F
Espetó con crueldad sórdida, y con un desdén tan condescendiente y lleno de burla que hizo bufar a la derrotada Hannya. Las risas, las burlas, y los vítores de las Onis se hicieron escuchar, así como gritos que pedían sangre. Airi sonrió siniestra, y su ferocidad se notaba en la forma en la que la curvatura de sus labios delineaba su dentadura. Tanaka bramó y forcejeó como un animal que lucha desesperado por salir de una trampa en la que ha caído.

—Oi, no tengas prisa por irte, fuiste tú quien me hizo venir, ahora me darás la diversión que me prometiste.

Sentenció la sukeban de Kaisei, y los ánimos a su alrededor parecieron encenderse. Comenzó a propinarle violentos pisotones a la abatida Hannya, con una paciencia y precisión que la hacían verse metódica. Fue entonces que escuchó el crujir de las costillas ajenas, y se detuvo, pero sólo para estirar una de sus manos en dirección a sus allegadas, y rápidamente, una de ellas le entregó el bat de antes con ceremoniosidad devota.
AiriSato · 18-21, F
El polvo formaba una ligera nube al rededor del cuerpo abatido de Tanaka, y la Kitsune Oni miraba desde arriba, sin pena ni gloria, como si fuese una vil caminata por el parque; y a diferencia de su contraria, la fatiga del enfrentamiento no se le notaba en lo absoluto, sólo la suciedad de sus ropas la delataba, y algunos moretones en las piernas y en los nudillos. Un par de Hannyas se acercaron con la intención de recuperar a su lidereza, Airi hizo un movimiento de cabeza casi imperceptible, pero eso hizo que, en unos segundos, las Hannyas fueran detenidas por sus Onis.

—¿Quién dijo que esto ha terminado?

Cuestionó burlona e impávida, y el eco de su voz resonó en aquel parquesillo. Tanaka tosió un par de veces e intentó incorporarse. La sukeban de Kaisei la volvió a clavar en el suelo de un pisotón que le arrancó nuevamente el aliento de forma audible, y las Hannyas gruñeron al unísono.

—¿Y quién dijo que te podías mover? Tu lugar está ahí, a mis pies, serpiente.
ClosedClosed · 31-35, M
Se alejó un par de pasos, deteniéndose a mirarla por sobre su hombro. Tan solo le bastó ese enfrentamiento para saber que ella era la pieza faltante en su maquiavélico plan.

Add a comment...
 
Send Comment