Sus pies se mecían bajo la mesa mientras esperaba a que el mayor llegara a sentarse con ella. Estiró su rostro hacia arriba a penas lo vio salir de la puerta de la cocina con el par de tazones de ramen humeante, como si no pudiera esperar ni un segundo más para ver el contenido. Cuando Kenta por fin puso su plato frente a ella, su rostro se posó sobre este, para sentir ese olor y ese vapor acariciarle las mejillas. Tomó los palillos con destreza, y estuvo a punto de sumergirlos en el ramen, pero recordó a su madre regañándola por maleducada, por empezar antes que los demás, y pausó sus movimientos. Sin quitar el rostro de encima del plato, tan sólo levantó la mirada para seguir los movimientos del mayor. Y una vez que le vio sentado, sonrió de oreja a oreja, y chocó sus palmas.

—Itadakimaaaaaasu! —hizo una pequeña reverencia, y comenzó a engullir el primer bocado de fideos tras darle un par de soplidos.— Mhm! O-san, esto es realmente delicioso.