Engulló otro bocado de ramen que había masticado gustosa. Tenía las mejillas enrojecidas del calor del platillo, pero no parecía dejar de sonreír. Volvió la mirada hacia el mayor al escuchar su pregunta.

—Mhgm.— asintió efusivamente, mientras terminaba de pasarse el bocado. Tomó un poco de su Calpis antes de responderle, y se golpeó el pecho; estaba comiendo demasiado rápido.— Haaaaaai, notas excelentes, y cada vez soy mejor en baseball. ¡No he faltado a ningún entrenamiento! Ahora soy cuarto bate en el ataque. —pareció presumir.— Pero algún día quiero ser pitcher. Tsk! Las demás jamás sabrán que las golpeó cuando vean mis bolas rápidas; Nishimura senpai dice que si sigo así, pronto lograré ser pitcher. —aseguró, señalándose a sí misma con el pulgar y una sonrisa enorme.

—Deberías venir a uno de mis partidos, O-san. ¡Seguro te vuela la cabeza!— dijo de manera exagerada, abriendo los brazos grandes, imitando una explosión.

[code]Estar con Airi era muy distinto a todo lo que hubiera experimentado en vida previamente, una persona llena de curiosidad, de emociones, muy diferente a los yakuza de los que vivía rodeado, gente enfocada en ese estilo de vida, los cuales perdieron su propia vida para servir al oyabun.

Reaccionó después de escuchar su llamado a la comida y tomo los palillos del bote a un lado, los cuales llevo al plato para tomar los fideos y se los llevo a la boca para masticar de forma lenta, sin duda estaba bastante bueno, poco a poco mejoraba en su sazón y sin duda que la presencia de Airi le ayudaba a mejorar.

—¿Te ha ido bien en la escuela, muchacha?— Una pregunta que esperaba no llegará a incomodar a la chica, pero también tenía curiosidad de conocer acerca de ella, de su vida,
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Sus pies se mecían bajo la mesa mientras esperaba a que el mayor llegara a sentarse con ella. Estiró su rostro hacia arriba a penas lo vio salir de la puerta de la cocina con el par de tazones de ramen humeante, como si no pudiera esperar ni un segundo más para ver el contenido. Cuando Kenta por fin puso su plato frente a ella, su rostro se posó sobre este, para sentir ese olor y ese vapor acariciarle las mejillas. Tomó los palillos con destreza, y estuvo a punto de sumergirlos en el ramen, pero recordó a su madre regañándola por maleducada, por empezar antes que los demás, y pausó sus movimientos. Sin quitar el rostro de encima del plato, tan sólo levantó la mirada para seguir los movimientos del mayor. Y una vez que le vio sentado, sonrió de oreja a oreja, y chocó sus palmas.

—Itadakimaaaaaasu! —hizo una pequeña reverencia, y comenzó a engullir el primer bocado de fideos tras darle un par de soplidos.— Mhm! O-san, esto es realmente delicioso.

[code]Llevaba un par de meses de tratar con Airi pero lo llegaba a hacer diario en ocasiones, ver ese cambio de expresión no era algo nuevo para Kenta.

El hombre fue a la cocina y regreso con un par de platos con ramen, con eso respondía a su pregunta, se sentaría con ella a comer y pasar un rato de relajación después de las distintas tareas que hicieron antes.

Puso el plato en la mesa frente a Airi y el otro lo puso delante, tomo asiento y al momento tomó los palillos para mover un poco del fideo.

— No es mega picante como te gusta, pero, seguro que debes tener hambre y te olvidaras de eso.[/code]

El puchero irremediable que tenía mutó en unos segundos, al escuchar el ofrecimiento del mayor, y una sonrisa larga y abierta, expuso su dentadura en dirección a este.

—Sería un desperdicio que se enfriara también.— pareció meditar, pero su cabeza se le había adelantado, y ya asentía con efusividad casi infantil.— Oi, ¿te sentarás a comer conmigo? No hay clientes, es muy temprano aún.

Su rostro era demasiado cambiante; un momento estaba enfadada, otro rebosante, y otro más intrigada. Y era esta última expresión la que ahora miraba fijamente a Kenta, con ese aire inquisitivo e inocente, de quien no concebiría otra respuesta que no fuese una positiva. Sus labios y sus ojos, estaban inusualmente abiertos mientras esperaban su respuesta.

[code]Dejó atrás su pasado cuando realizó aquél "trabajo imposible" para su oyabun, abandonó por completo esa vida y prefería no traer nada de eso de regreso, en especial cuando no sabía cuantas de esas cosas podrían llegar a volver a morder su mano al mencionarlas.

Confiaba en que su existencia en ese bajo mundo estaba desaparecida, pero también conocía la mala fortuna y sabía que cuando menos se esperaba, los demonios podrían asomar su cabeza y arrastrarlo de vuelta a esa vida, por eso trataba de mantenerse alejado y sin mencionar ese pasado.

¿Quieres qué te sirva de este que prepare?

Dijo después de ver a la muchacha, regresando a la realidad para encargarse de asuntos en donde si debía preocuparse, como alimentar al pozo sin fondo que era esa muchacha. [/code]

Le sacó la lengua con esa impertinencia que la caracterizaba y frunció la nariz con falso desagrado; detestaba que la trataran como niña, pero debía admitir que se lo había ganado, sus suposiciones habían sido absolutamente infantiles. Y sin embargo, no era ninguna tonta, más que las cortadas de sus manos, los vestigios de esos tatuajes que le cubrían las manos lo delataban. Decidió dejar ahí el tema, pues sus ojos se distrajeron en lo que recién había preparado el mayor; después de todo, no era quien para juzgar el pasado de otros, sin importar cuánta curiosidad le causara.

—Tsk… Nan demo ī!— rechistó, y se dio la vuelta sobre su eje, con la intención de dirigirse hasta su plato de ramen frío que yacía en la mesa. Ahora tenía hambre y no pensaba desperdiciar aquel manjar.

[code]Terminó de pasar la toalla por sus manos, marcadas por años de una vida dura en las calles y en el negocio de la Yakuza. Cada cicatriz tenía su propia historia, todas ellas arraigadas en su mente, cosas que jamás podía olvidar y que normalmente le llegaban a provocar insomnio.

Kenta podía mostrarse como todo un friki extrovertido, pero en su espalda no cargaba una lapida, cargaba un cementerio completo. Fue un hombre sumamente peligroso durante su tiempo en la Yakuza, encargado de servir a su oyabun hasta su momento de retiro. Las cicatrices de sus manos eran tantas como las vidas que había tomado.

— Sigues con lo mismo, niñata, esto no es un manga donde el tipo con cicatrices y tatuajes es un Yakuza —

Su voz, su expresión, incluso su mirada mostraba tranquilidad, una jovialidad singular, nuevamente dando vuelta al tema para evitar hablar sobre su pasado, ese mismo que podría ser más peligroso de saber que guardar.[/code]

Observaba atenta los movimientos pausados y metódicos del mayor con interés inherente en la forma en la que sus ojos se concentraban en esas cicatrices.

—Aprendiste bien.— duelo más atinado que puso decir, pues no era buena haciendo cumplidos, ni adulando gente, hasta para eso era tosca, e incluso algo torpe. Pero sus ojos curiosos seguían sobre esas manos.

—Oi, ¿y porqué tienes las manos así? ¿Eras yakuza o eres tonto para cortar?— preguntó con cierta sorna y casi de manera entrometida, sin ser capaz de ocultar esa curiosidad incluso agresiva.

[code]Se relajo bastante después de que dejo de grabar, como una persona adulta y mayor de edad, no acostumbraba a todas esas cosas de los jovenes. Se vio como sus hombros tensos se relajaron y en cosa de nada volvió a trabajar en las cosas que preparaba.

En cuestión de unos minutos puso el ramen en el agua para que se empezará a suavizarse. Se paso un trapo por las manos llenas de cicatrices y se las dejo completamente secas, ahora tenía que encargarse de cortar la carne para ponerla dentro de la sopa.

— Gente que he conocido, mi madre se dedicaba a la cocina, cosas como esas —

Jamás fue alguien dedicado a los estudios, siempre hablaba más con los golpes, pero cuando se trataba de lo que la gente a su alrededor hacía, tenía una tremenda facilidad, algo natural e inexplicable, eso es lo que lo había ayudado a aprender a cocinar.
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