[code]An oid... An oid...Dada..fhraoch[/code] —Una suave voz se oía desde aquel abrevadero. Si bien tenía un tono fuertemente masculino, era el idioma de la antigua gente el que era tan terso y tan melodioso que hasta el más rudo de los hijos del brezal podría entonar viejas canciones con la sutileza de un poeta de los caminos. Si bien era una lengua perdida, esa mera melodía invocaba el fragor de las damas y caballeros libres. Aidan yacía ahí, con sus pies descalzos metidos en el agua. Cabello rojo como el fuego, atavíos de viajero y unos ojos colorados de la obvia ebriedad que tenía, sumados al calor de las mejillas implementadas en los licores de algún pueblo. A su lado, una gigante espada yacía arrojada.
[code]
An...ghaisgeach. [/code] —Continuó su canto, perdido en sus propios pensamientos, sin saber que estaba siendo vigilado.—

Distraída con la labor de escurrir el agua fría que empapaba sus ropas, no se preparó para la sorpresa que se le presentaría al salir de entre los arbustos. Se quedó momentáneamente petrificada. Su costumbre era la de ver animales, generalmente en cuatro patas; hacía poco había conocido a un ser muy parecido a ella y a sus madres, pero ese frente a ella era bastante diferente.

Al encontrarse a una distancia segura, aunque se encogió un poco de hombros con timidez, sus puntiagudas orejas se alzaron con curiosidad. Le observó en silencio, fijándose sobretodo en la larga melena roja. Se encontraba un poco menos temerosa de ese encuentro gracias a lo bien que había salido el anterior con la chica de las motas brillantes; ¿sería este igual de agradable?