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Thelilacwitch · 22-25
Sus ojos no solo estaban en el combate en sí, sino también en Abdel. La figura ágil y decidida que se movía con gracia en medio de la lucha había llamado su atención en más de una ocasión. Su mente, afilada como una hoja, reconocía la cautela del Ylmaz como un gran signo de inteligencia.
El tipo grandote saboreaba la atención y el reconocimiento de la audiencia. Sus burlas y gestos altivos eran una forma de afirmar su superioridad, de establecerse como el favorito ante los ojos de los espectadores. Cada sonrisa despectiva y cada mirada desafiante eran como un desafío directo, una invitación a Abdel a sumergirse en su juego... Aunque si Jana estuviera en su lugar no pondría sus fuerzas en el público, había algo más doloroso que su ego en fuego, y aquello era el arma de resplandeciente filo que ocultaba el Ylmaz.
El tipo grandote saboreaba la atención y el reconocimiento de la audiencia. Sus burlas y gestos altivos eran una forma de afirmar su superioridad, de establecerse como el favorito ante los ojos de los espectadores. Cada sonrisa despectiva y cada mirada desafiante eran como un desafío directo, una invitación a Abdel a sumergirse en su juego... Aunque si Jana estuviera en su lugar no pondría sus fuerzas en el público, había algo más doloroso que su ego en fuego, y aquello era el arma de resplandeciente filo que ocultaba el Ylmaz.
Thelilacwitch · 22-25
Desde su lugar en las gradas, la bruja observaba con un interés palpable la arena abajo. Sus ojos lilácaos estaban fijos en el espectáculo que se desarrollaba ante ella, capturando cada movimiento, cada gesto, cada chispa de emoción que se desprendía del encuentro.
El ambiente estaba cargado de una energía cruda y primitiva. El rugido de la multitud resonaba en sus oídos como una sinfonía caótica de pasión y violencia contenida. El sol brillaba en lo alto, derramando una luz implacable sobre la arena, que parecía absorber el calor y la tensión. La tierra polvorienta se alzaba en pequeñas nubes con cada paso y choque, formando un velo etéreo sobre el campo de batalla improvisado.
Ella no era ajena a las emociones crudas y ardientes que se mezclaban con la atmósfera. En cierto sentido, compartía un vínculo sutil con los instintos primitivos que impulsaban a la multitud a aclamar la sangre del perdedor.
El ambiente estaba cargado de una energía cruda y primitiva. El rugido de la multitud resonaba en sus oídos como una sinfonía caótica de pasión y violencia contenida. El sol brillaba en lo alto, derramando una luz implacable sobre la arena, que parecía absorber el calor y la tensión. La tierra polvorienta se alzaba en pequeñas nubes con cada paso y choque, formando un velo etéreo sobre el campo de batalla improvisado.
Ella no era ajena a las emociones crudas y ardientes que se mezclaban con la atmósfera. En cierto sentido, compartía un vínculo sutil con los instintos primitivos que impulsaban a la multitud a aclamar la sangre del perdedor.
AemondTargaryen · 31-35
Y así entró a la arena, observando a su alrededor. ¿Qué cosas podrían ayudar o perjudicarlo? Primero analizó el entorno, luego caminó alrededor de ese hombre manteniendo bastante distancia. Su contrincante se burló ante su cauteloso acto, después presumió sus músculos con prepotencia.
Abdel suspiró y negó despacio, después miró hacia los espectadores. Reconoció a varios de ellos, y fue imposible no notar a la exhuberante bruja que solía mirar a distancia.
No se había acercado mucho a ella, pero sus caderas eran famosas al contonearse por las calles de ese basurero; era quizás lo único bueno de vivir allí.
Pero nunca le habló más que para comprar alguna de sus creaciones e irse. ¿Qué más podría hacer? No enseñaba su cara, eso le mantenía a salvo. Era imposible acercarse.
Así que volvió la mente al encuentro. Agudizó su mirada con decisión al enfocar a su enemigo... Y comenzó.
Abdel suspiró y negó despacio, después miró hacia los espectadores. Reconoció a varios de ellos, y fue imposible no notar a la exhuberante bruja que solía mirar a distancia.
No se había acercado mucho a ella, pero sus caderas eran famosas al contonearse por las calles de ese basurero; era quizás lo único bueno de vivir allí.
Pero nunca le habló más que para comprar alguna de sus creaciones e irse. ¿Qué más podría hacer? No enseñaba su cara, eso le mantenía a salvo. Era imposible acercarse.
Así que volvió la mente al encuentro. Agudizó su mirada con decisión al enfocar a su enemigo... Y comenzó.
AemondTargaryen · 31-35
Era irónico como funcionaban las cosas. El botín al pelear era más pelea, pues uno de los grandes señores de ese continente buscaba a un nuevo mercenario personal. No se sabía quién era, pero el gremio de aventureros que normalmente ofrecía pagos por misiones parecía avalar la autenticidad de ello; mucho oro, trabajos específicos y una posicion respetable.
Era normal que hubiese tantos interesados si eso garantizaba salir de Zeyia, comprendía el sentimiento a la perfección.
Uno de sus hermanos se había ofrecido a darle filo a la cuchilla de su lanza, y cuando estuvo lista se la ofreció de vuelta. Sí, era un grandioso elemento, un forastero que ganó fama al ser aceptado por el cerrado y receloso grupo de los Ylmaz, los cuales le apoyaban; ellos sabían que bastaba con que uno ganara para todos obtener beneficios.
Era normal que hubiese tantos interesados si eso garantizaba salir de Zeyia, comprendía el sentimiento a la perfección.
Uno de sus hermanos se había ofrecido a darle filo a la cuchilla de su lanza, y cuando estuvo lista se la ofreció de vuelta. Sí, era un grandioso elemento, un forastero que ganó fama al ser aceptado por el cerrado y receloso grupo de los Ylmaz, los cuales le apoyaban; ellos sabían que bastaba con que uno ganara para todos obtener beneficios.
Thelilacwitch · 22-25
Se unió a la tribuna para ver la pelea, no tenía porque mentirse, tenía curiosidad.
Thelilacwitch · 22-25
Habían cosas más excitantes que venderles a hombres sudorosos, ensagrentados y en casos sin algún miembro, lo que sí resultaba excitante era todo el buen dinero que iba a ir a sus bolsillos. Resguardó su nariz de los horrores de aquella matanza con un pañuelo, sólo unas horas más para ir a Zeyia a regocijarse en las nuevas telas, cósmeticos y navajas para su colección que iba a adquirir.
Los gritos se volvieron más acalorados cuando un grupo de hombres enmascarados cruzaban a través de la multitud hacia la arena de combate, del cual estaban retirando al perdedor de esa ronda, o bueno, a lo que quedaba de este.
El ganador se vanagloriaba erguido sobre el charco de sangre a sus pies, mientras que escogía de entre los enmascarados al más duro de ellos. Lo llamaban Abdel el Castigador.
Jana escuchó de él casi todo el tiempo que llevaba en su puesto gracias a las demás brujas ¡Ay qué era muy guapo! Seguro, con ese turbante. ¡Ay, era fuerte! Eso lo vería ahora.
Se unió a la tr
Los gritos se volvieron más acalorados cuando un grupo de hombres enmascarados cruzaban a través de la multitud hacia la arena de combate, del cual estaban retirando al perdedor de esa ronda, o bueno, a lo que quedaba de este.
El ganador se vanagloriaba erguido sobre el charco de sangre a sus pies, mientras que escogía de entre los enmascarados al más duro de ellos. Lo llamaban Abdel el Castigador.
Jana escuchó de él casi todo el tiempo que llevaba en su puesto gracias a las demás brujas ¡Ay qué era muy guapo! Seguro, con ese turbante. ¡Ay, era fuerte! Eso lo vería ahora.
Se unió a la tr
AemondTargaryen · 31-35
Qué había hecho mal, qué había faltado y cómo podría mejorarlo. Dentro de él existía un fuego que le impedía morir y renunciar a seguir respirando, algo que palpitaba en su corazón a pesar de rechazar pensar en la verdadera razón.
¿Venganza...? No, qué tontería. No tenía nada para lograrlo... Ni un ejército, ni dinero, ni un nombre. Ahora era un Ylmaz que caminaba bajo el nombre de Abdel.
Pero sus dilemas existenciales iban a dejarse para luego. Era hora de trabajar, y eso le salía bien. Al cabo de un par de horas ya había empacado la tienda, la acumuló junto con la de sus hermanos y todo el grupo de silenciosos enmascarados color manta ya estaba reunido fuera del improvisado coliseo repleto de sádicos espectadores, vitoreando por un buen día de sangre.
De nuevo respiró profundo mientras contemplaba el sitio con decepción; ese día el aire apestaba mucho peor.
¿Venganza...? No, qué tontería. No tenía nada para lograrlo... Ni un ejército, ni dinero, ni un nombre. Ahora era un Ylmaz que caminaba bajo el nombre de Abdel.
Pero sus dilemas existenciales iban a dejarse para luego. Era hora de trabajar, y eso le salía bien. Al cabo de un par de horas ya había empacado la tienda, la acumuló junto con la de sus hermanos y todo el grupo de silenciosos enmascarados color manta ya estaba reunido fuera del improvisado coliseo repleto de sádicos espectadores, vitoreando por un buen día de sangre.
De nuevo respiró profundo mientras contemplaba el sitio con decepción; ese día el aire apestaba mucho peor.
AemondTargaryen · 31-35
Nunca se olvidaba de respirar profundamente después de despertar. Eran esos olores mezclados entre sí los que le regresaban a la realidad, así fuese buena o mala. Ya no existía ese olor medieval de Westeros, ahora el aire estaba cargado de especias, químicos extraños y basura... Todo relacionado entre si.
Se giró sobre el suelo de su tienda improvisada, luego miró el techo de tela y se llevó el antebrazo a la frente. ¿Cuántos años tenía de haber huido de su hogar? Cinco, seis... Llegó a su adultez viajando, huyendo... Pero mejorando.
Si ya había sido un buen guerrero ahora era letal, pero mesurado. Era ese autocontrol lo que le había hecho perder la guerra... Su guerra. La juventud le traicionó con decisiones apresuradas, y todos habían muerto por su culpa.
Bueno, también era totalmente ilógico poner en los hombros de un adolescente el peso de un reino; él había sido débil, pero el resto estaba peor.
Como castigo se condenó a si mismo a vivir, para recordar una y otra vez
Se giró sobre el suelo de su tienda improvisada, luego miró el techo de tela y se llevó el antebrazo a la frente. ¿Cuántos años tenía de haber huido de su hogar? Cinco, seis... Llegó a su adultez viajando, huyendo... Pero mejorando.
Si ya había sido un buen guerrero ahora era letal, pero mesurado. Era ese autocontrol lo que le había hecho perder la guerra... Su guerra. La juventud le traicionó con decisiones apresuradas, y todos habían muerto por su culpa.
Bueno, también era totalmente ilógico poner en los hombros de un adolescente el peso de un reino; él había sido débil, pero el resto estaba peor.
Como castigo se condenó a si mismo a vivir, para recordar una y otra vez
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