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AemondTargaryen · 31-35
Cruzando puertas y bucles, pero sabía que podía dedicar tiempo para ello y volver a Westeros a voluntad, aunque cada vez lo hacía menos. Después de poner el reino en marcha de forma correcta sus vacaciones se hacían más y más largas.

Abdel Malek era el nombre que llevaba ahora. No tenía lujos, un rostro o una corona, pero se hacía cada vez más sabio, fuerte y paciente. Se sabía que intercambiaba algunos de sus botines por libros y los leía en una de las colinas más cercanas, y que usaba sus nudillos para asegurarse de no ser interrumpido.

También se ponía ebrio a voluntad y peleaba, dormía a deshoras, después cabalgaba lejos y no regresaba en días. Era la vida más descuidada que jamás pensó tener, y era delicioso.

¿Era quizás eso lo que debía aprender? Ya lo descubriría.
AemondTargaryen · 31-35
Sonrió para si mismo, mirando por encima los diferentes locales, sintiendo los olores y el bullicio. No tenía por qué estar ahí, ni tampoco haberse adaptado durante un año a ese mundo mágico y peligroso con el fin de encontrar respuestas.

Porque quería saber el por qué, o más bien, todos los por qué que la hicieron irse. Cómo fue que ella abandonó la vida que tenían, o por qué había preferido una versión más sumisa de él mismo, en su punto más perdido y roto. Pasó toda una vida con una mujer que al final le dejó la sensación de jamás haberla conocido.

Se giró un poco y volvió a mirar hacia la tienda, ahí estaba ella, siglos y siglos atrás de convertirse en su reina, o intentar serlo. Al menos se debía a si mismo el conocer quién era ella en verdad, esperando eso sanara el dolor permanente en su pecho que volvía todos los días.

Sumado a eso, tenía una enorme curiosidad personal por saber qué tantas vidas podían hacerse y moldearse en otros mundos, o realidades. Aún era nuevo
AemondTargaryen · 31-35
Tomó la botella y escucho la explicación con atención. Zeyia y su abundancia en venenos y otras armas discretas, como siempre. Al llegar pensó que la espada le sería útil, hasta que descubrió que las hojas de acero usualmente eran envenenadas por allí. Cambio a la lanza de inmediato; entre más lejos los enemigos mejor. La misma colgaba de su espalda, aunque se había hecho con varias hojas curvas y dagas ocultas entre sus ropas.

— Lo tomaré. — Respondio, y entonces la miró andar dándole la espalda. Por unos segundos su mirada dura no pudo evitar enternecerse; no cabía duda que era Jana. Era el mismo contoneo al caminar, la altanería e independencia. No obstante, tras esos largos años de su ausencia se había labrado algo de resistencia, así que logró solo enfocarse en la botella y asentir.

Se marchó sin despedirse, puesto que ya había logrado algo: encontrarla. Miró a su alrededor en esa calle y estudió el hogar de quién pensó alguna vez fue su esposa.
Thelilacwitch · 18-21
—La gente se mantiene hablando —deslizó su andar hacia una repisa lejana al mostrador, esas voces del mercado celeste regresaban a su cabeza. Le llamaban por muchos apodos, pero se le quedó grabado el ¨El Talibán¨.

Dejó caer las hierbas en el bolsillo de sus vestidos y en cambio asió una botella de un cuarto con líquido rojo, Beso de muerte era un poderoso veneno y a la vez antídoto. —Buscaba lágrimas de virgen para este. Siempre viajas entre la muerte, dicen. Tal vez necesites un beso que te ponga de rodillas si te conviene —limpió la cubierta del vidrio por su manga antes de llegar a su lado y extenderle el producto.

—Y cuando estén cerca morderlos... —hizo una pausa corta. —Te lo dejo a ese precio, ya sabes, para que seas cliente. —Volvió tras el mostrador sin mirarlo a los ojos, ya había pagado.
AemondTargaryen · 31-35
Ya tenía el dinero a medio camino de entregárselo cuando ella dijo qué había comprado. Quedó congelado en su sitio; había caído en un error por idiota. Qué fortuna que traía todo el rostro cubierto, pues estaba seguro que la cara se le estaba enrojeciendo de la vergüenza.

Y ella seguro se partía de risa de forma interna, era Jana. Sabía que ella era así, pero tampoco podía culparla por ello.

Por un segundo se pregunto si su otro yo también hacía reír a "su" Jana de esa forma, donde quiera que estuviesen en este instante.

Le entregó el dinero y rechazó la bolsa con un ademán gentil con la palma de su mano, algo inusual para el bárbaro que se decía que era.

— Bien, admito que fui un idiota. Toma este dinero y dime qué puedo comprar con ello... Que me sea útil. —
Thelilacwitch · 18-21
Los clientes eran ignorados siempre y cuando no acercaran una mano a alguno de sus cabellos. Las actitudes poco le producían, el dinero era lo importante.

Siguió su orden y sin chistar fue hasta el objeto. No estaba en sus asuntos preguntar para qué quería un saquito con hierbas para aliviar los dolores de una mujer sangrante. Sonrió cerrado. Ningún hombre era duro por completo, pensó.

—Son treinta y cuatro ukpias. —extendió el pedido hacia él. No pensaba antes de abrir la boca, un defecto gracioso por naturaleza, razón de varios problemas en los que se había metido. — Que su mujer se recupere pronto; debe tomarlo por las noches.

Dioses, se pisó el propio pie para no reír o hacer otro comentario poco oportuno.
AemondTargaryen · 31-35
El hombre pareció alzar su barbilla y mirarla con superioridad por instantes desde su estatura, casi ejerciendo un extraño desprecio en silencio. En ese lapso sus puños de momento vacíos abrían y cerraban sus dedos, como si no pudiese decidir qué hacer con ellos en ese instante.

Casi parecía como si quisiera matarla. ¿Tendría la bruja enemigos como para caer en la conclusión de que no era un cliente, si no un ejecutor?

Lo que ella no sabía era que ese hombre en esos segundos pasó por todo un viaje en su cabeza, y cualquiera que fuese la conclusión al final relajó su postura, consciente de cómo se veía. Él se giró como si buscara distraerse con el entorno, hasta que con un ademán lleno de desdén señaló algo que ni siquiera identificó bien sobre el mostrador. Quizás y hasta ordenó comprar algo ridículo.

— Quiero uno de esos. —
Thelilacwitch · 18-21
El mismo diablo pasó por su puerta y lo recibió con una sonrisa de punta a punta sin indicar el sentimiento real tras esa curva. Sólo en el mes había ganado el triple que otros años vendiendo en la calles de otros reinos. Zeyia era ideal justo por esa clase de tipos como el encapuchado.

Era cuestión de tiempo que fuera a su tienda, igual que él, porque ella escuchó cosas atroces como que le comió el brazo a un desafortunado en el bar, tenía una reputación en ascenso.

—Buen día tenga.

Salió tras el mostrador. Era una criatura hermosa con la mirada más peligrosa de todas. Ni el propio mercenario le competía. Sus ropajes indicaban el alto grado de autoapreciación que la mujer tenía, los tonos púrpuras y lilas contrastaban su cabello de bruja.

No había necesidad de ocultar lo que era.

Mantuvo su distancia con el cliente y preguntó firme:

—¿Necesitas ayuda?
AemondTargaryen · 31-35
El Arco

Era el peor cliente de Zeyia, el más odiado, insoportable y apestoso de allí; perfectamente acorde a su entorno. No parecía tener un gran guardaropa, así que su vestimenta de viaje ya era conocida por allí y era una advertencia para cerrar las ventanas.

Algunas veces caminaba con sus trofeos, otras veces sin nada. Tenía poco de haberse hecho notar por allí, y exploraba el reino de forma minuciosa. Finalmente había llegado a un sitio nuevo, y una a una entraba a sus tiendas.

Pisaba el interior, examinaba con su único ojo y se iba. A pesar de tener ambos orbes se notaba que uno era de vidrio, pues no se movía como el otro. Era más lento, pero de lejos podía despistar a quienes quisieran aprovecharse de ese punto débil.

Tocó entrar a una tienda nueva, y se quedó muy quieto en la entrada. Aspiró el aroma con atención... Y asintió tras una reflexión.

Cerró la puerta tras su espalda.

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