Pasaron días después de su llegada. Si bien aún estaban lejos de su verdadero destino decidieron de momento alquilar una cabaña mientras Jana recuperaba fuerzas; hasta un gatito podría ganarle a manotazos en ese momento.
Consecutivamente salía a buscar leña como una forma de distracción. Le gustaba la sensación de tener la mente en blanco, tan sólo con una hacha en sus manos y cuerdas para atar los leños. Casi no había hablado con Jana, ni hecho preguntas; menos la había tocado. Tenía miedo de las respuestas, de conocer el precio de su regreso. Primero quería adaptarse a esa nueva-
Gimió en su oído las poesías más dulces y candentes de todo el continente hubo llegado a esparcirse el producto de sus caricias a cada rincón de su cuerpo; lo llenó de besos y encarnó los colmillos en la piel blanquecina de su cuello y hombro. Ella era el laúd y él el bardo.
