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AemondTargaryen · 31-35
Él sonrió cuando escuchó que los sirvientes salieron de la habitación con sigilio, seguros de no ser necesitados en la siguientes horas.
Puso sus palmas contra la curva de sus muslos, después los acarició camino arriba para poder correr su vestido hasta sus caderas. Encontrándose entre sus piernas bien podría allí obtener lo que tanto deseaba, pero se antojaba hacerla esperar un poco.
Igual no sería nada comparado con todas las noches que él la había esperado.
— Cuéntame... ¿Qué viste? ¿Qué encontraste? — Y mientas ella hablara él frotó los labios contra la cremosa piel de su cuello. Igual deseaba saber, ambos eran viajeros y curiosos por igual.
Puso sus palmas contra la curva de sus muslos, después los acarició camino arriba para poder correr su vestido hasta sus caderas. Encontrándose entre sus piernas bien podría allí obtener lo que tanto deseaba, pero se antojaba hacerla esperar un poco.
Igual no sería nada comparado con todas las noches que él la había esperado.
— Cuéntame... ¿Qué viste? ¿Qué encontraste? — Y mientas ella hablara él frotó los labios contra la cremosa piel de su cuello. Igual deseaba saber, ambos eran viajeros y curiosos por igual.
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