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AemondTargaryen · 31-35
No había más que decir. Todo resultó de forma perfecta, y ellos dos llegaron a ese punto uno tan necesitado del otro que el momento se sentía correcto. Jamás imaginó que al conocerla estaría tan loco como cuerdo por ella, pues si bien la pasión que hervía en su corazón lo llevaría a la locura, su mente jamás había estado tan despierta.
Sabía que su propósito era estar con ella.
No pudo percatarse de un pequeño ojo espía en su habitación. Uno que si bien sólo se acercó de forma inocente terminó por informar el contenido de la situación.
Sus propias manos tomaron la tela de la camisa que usaba Jana, y estaba por dar un certero tirón que la desgarraría en dos partes si no fuese por un lejano grito en el pasillo.
"¡AEMOND!"
Gritó una mujer. Tacones feroces delataban su prisa. El príncipe se puso pálido.
— Mierda. Es mi madre. —
Sabía que su propósito era estar con ella.
No pudo percatarse de un pequeño ojo espía en su habitación. Uno que si bien sólo se acercó de forma inocente terminó por informar el contenido de la situación.
Sus propias manos tomaron la tela de la camisa que usaba Jana, y estaba por dar un certero tirón que la desgarraría en dos partes si no fuese por un lejano grito en el pasillo.
"¡AEMOND!"
Gritó una mujer. Tacones feroces delataban su prisa. El príncipe se puso pálido.
— Mierda. Es mi madre. —
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