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AemondTargaryen · 31-35
Retrocedió un par de pasos cuando ella se fue. Tras su espalda su madre abrió la puerta aún gritando su nombre, pero él sonreía; ni la bota que su madre le lanzó a la cabeza evitó que lo hiciera.

No dio explicaciones, tan sólo se vistió y escoltó a su madre fuera para distraerla. No la podía dejar examinar el vestido de una bruja; ella se daría cuenta de lo que era.

Eventualmente su madre se calmó, pues le pareció tan inusual que su hijo más frío se encontrara tan sonriente. No obstante, eso terminó preocupandole aún más.

Ella discutirá eso con el abuelo más tarde.
Thelilacwitch · 22-25
Asentía a sus palabras mientras se vestía. Si se recogiera el cabello y cambiaran sus rasgos encajaría como un joven que no sabe escoger la talla de su ropa. Antes de regresar por dónde vino le dijo dos cosas.

━━No te preocupes por esa entrada en los muros, sólo te permití verla porque no había elección. Espero verte en unas horas, hasta entonces. ━━Sostuvo con prisas su mejilla para darle un beso fugaz. Después de eso desapareció entre las sombras.
AemondTargaryen · 31-35
Por un segundo no supo qué hacer, hasta que Jana lo hizo reaccionar tras llevarlo a la pared. Sonrió al ver ese espacio hasta ahora desconocido para él.

— Espera un momento, no puedes salir asi. — Y se apresuró al closet de inmediato. Tomó pantalones, una capa y botas, aunque dudaba alguna cosa fuese de su talla. Lo importante para él era que no se enfermara y sobre todo que no modelase esas impecables piernas en Westeros, menos si el no habia podido disfrutar apropiadamente de ello.

Buscó ponerle todo en los brazos.

— Te contaré cuando vuelva a verte, pero el problema más grande es mi abuelo. Si lo sabe te encontrará. — No añadió más detalles, pero sabía de qué era capaz su abuelo, la mano derecha del rey. Había escuchado historias sobre las amantes de su hermano, que no se volvieron a ver de nuevo por allí... O en cualquier sitio.

— Ve. Ocultaré tus cosas. —
Thelilacwitch · 22-25
La cara de Źytkow pasó a una mueca, no sabía si reír o preocuparse un poco.

━━Me hubiera encantado conocer a tu madre, la próxima será. ━━Lo agarró del brazo llevándolo hacia la pared que había removido antes para entrar. Estaba dividida entre la frustración y lo cómico de la situación, eso sí, sería una gran anécdota.

Era la segunda vez que la noche funcionaba como refugio para este par. Desde ese punto quien guiaba era Aemond, él conocía el terreno, Janâ era una intrusa. En el camino recordó dejar atrás su ropa, había dejado evidencia de su presencia allí.

En medio de la agitación preguntó:

━━¿Qué tan grave es esto, eh?
AemondTargaryen · 31-35
No había más que decir. Todo resultó de forma perfecta, y ellos dos llegaron a ese punto uno tan necesitado del otro que el momento se sentía correcto. Jamás imaginó que al conocerla estaría tan loco como cuerdo por ella, pues si bien la pasión que hervía en su corazón lo llevaría a la locura, su mente jamás había estado tan despierta.

Sabía que su propósito era estar con ella.

No pudo percatarse de un pequeño ojo espía en su habitación. Uno que si bien sólo se acercó de forma inocente terminó por informar el contenido de la situación.

Sus propias manos tomaron la tela de la camisa que usaba Jana, y estaba por dar un certero tirón que la desgarraría en dos partes si no fuese por un lejano grito en el pasillo.

"¡AEMOND!"

Gritó una mujer. Tacones feroces delataban su prisa. El príncipe se puso pálido.

— Mierda. Es mi madre. —
Thelilacwitch · 22-25
Las mejillas estaban cubiertas de un tono rojizo, resplandecía la mirada al verlo, no se imaginaba temiéndole. Se tardó unos segundos para reaccionar de vuelta tras el beso, sonrió por el halago. En tanto tiempo no había recibido un cumplido sincero, siempre en grados insustanciales.

Era aterrador sentirse así de nuevo, no iba a quedarse con los brazos cruzados, ella era valiente; correría el camino deparado y de lo contrario construiría uno. Respiró profundo y todas las ganas volvieron a su cuerpo, más vigorosas que nunca.

━━Te agradezco la ofrenda ━━dijo ladeando el rostro, luciendo su regalo con orgullo e imperiosidad. Los dos estaban a mano, eso no significaba saciedad. Sin ninguna consideración hizo que retrocediera hacia el lecho - lo había ubicado antes -, lo tenía justo ahí. Justo para ella.
AemondTargaryen · 31-35
Celebró esa pequeña victoria personal con una silenciosa sonrisa. Habia elegido bien su regalo, y ahora podía colocarlo para su uso.

Tomó la cajita y sacó ambos pendientes. Le retiró el cabello detrás de una oreja y los colocó por turnos. La caida de la joya al colgar tenía a un suave balanceo que siguió visualmente unos segundos.

La tomó por los hombros y giró su cuerpo con gentileza para contemplar la imagen completa. Estaba radiante, pues entre lo ostentoso de las joyas y la simplicidad de su camisa parecía un ambiente íntimo entre ambos.

Tomó sus mejillas y selló la obra de arte con un beso sobre sus labios.

— Hermosa. — Murmuró. Lo dijo en el tono más sincero y devoto que jamás hubiese usado.
Thelilacwitch · 22-25
Inspeccionó lo que tenía entre manos, sintió su textura y al moverlo se escuchaba un golpecito seco. Debía tratarse de algo que fuera brillante, lo sentía en la sangre. Lo abrió. Fue como mirarse a sí misma a los ojos a la orilla de un río, se irguió conteniendo con los dedos en la boca un jadeo de sorpresa. Se relajó rápidamente con la ayuda de Aemond, en el momento la calidez que él le aportaba era un ancla a la tierra.

Esta estimulación le brindaba otra clase de placer, un placer longevo, nada superficial, porque sus besos seguían haciendo eco y los nuevos ardían gentiles.

Volteó con cuidado, tenía en cuenta su estado y evitaba lastimarlo con movimientos bruscos. Le ofreció la cajita, no tuvo que decirle nada. Ella sabía que él iba a entenderla, pero tenía certeza de que así lo había planeado desde el inicio.
AemondTargaryen · 31-35
Marca sobre su cuello, la misma que había dejado al morder. Inclinó su cabeza y buscó aliviar el enrojecimiento a besos.
AemondTargaryen · 31-35
Recordó cual era el objetivo de todo aquello. Las cosas habían sucedido al intentar llevar su tributo, que seguía en la ropa sucia. Fue hacia los pantalones, sacó del bolsillo una pequeña caja y aunque quería ponerle las gemas él mismo primero debía recibir su aprobación.

Le tomó una mano, depositó el objeto cuadrado forrado en terciopelo negro, y después le cerró los dedos en torno a ella. Dejaría que la analizara, asi que le dio un poco de espacio... Pero no demasiado.

Caminó hasta detrás de Jana, luego le abrazó por la cintura y le atrajo hacia si. Su propio pecho le serviría como respaldo, y consciente de su propio estado se permitió reposar su erección contra su trasero, de forma quieta; sólo quería sentir el calor de su cuerpo y la respectiva forma... Por ahora.

Los aretes tenían grandes piedras violetas y un acabado limpio; un trabajo impecable. Brillaban ante la mera pizca de luz en la habitación, tal como ella.

Mientras esperaba su respuesta descubrió una pequeña m

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