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CinderFall · F
Sí había obtenido lo que deseaba, aunque ciertamente le habría gustado jugar un poco más con él. "Pero podía seguir esperando", pensó la pelinegra, después de todo esta no sería la última vez que se verían.

- No sabía que le temías al fuego. - Dijo al fin, haciendose notar entre el silencio que les abarcaba, sonriente y triunfante, la doncella daría media vuelta antes de caminar a dirección contraria, en un andar firme y confiado.
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Era capaz de sentir la tensión entre ambos. La cuerda estaba demasiado tirante, un movimiento en falso y ambos acabarían atascados en el peor de los infiernos. No había nada que odiara más que tenerle cerca, y eso le parecía cuestionablemente enfermizo y contradictorio, porque a la vez, era la única forma en la que podía tener cierto control de la situación: sabía que Adam, al igual que ahora, acabaría huyendo de ella, y eso le llenaba el ego de forma considerable. Había ganado esta partida.

A su vez, cuando el faunus le dio la espalda, discimuladamente dejó escapar un suspiro de alivio, internamente se encontraba aliviada. Era lo que ella deseaba, y en el fondo temía que el pelirojo sucumbiera ante las tentaciones... pero se encontraba satisfecha ahora, después de todo, ambas opciones acabarían por herir el orgullo del toro.
Le dolió el orgullo, pero actuó. Sus cejas se torcieron, y un bufido amargo dio por finalizada la discusión. Ella se equivocaba, pues él llevaba demasiado tiempo arrepentido de formar parte de su vida. Un error ahora sencillamente lo acentuaría, pero no sería su génesis.

Negándole más atenciones le dio la espalda sin siquiera mirarla de reojo. No tuvo la última palabra, pero se marcharía sabiendo que ella tampoco obtendría lo que quería (lo cual visto en retrospectiva, le otorgaba a él la victoria). La próxima vez, sin embargo, la victoria sería incuestionablemente suya.
Su temperamento inestable lo convertía en un muy mal juguete, lo que lo llevó a cuestionarse los motivos por los cuales Cinder insistía en provocarlo. Se trataba de un acto inmaduro que el faunus acuñaba solo a mujeres caprichosas, y bajo esta premisa, decidió contraatacar.

El flujo de palabras lo acunó de cerca, y como nunca, Adam se mordió los labios ahogando cualquier vocablo que pudiera invitarla a responder. Fueron segundos de extrema tensión en los cuales se hallaron uno frente al otro desde una distancia minúscula, llegando incluso al punto en el cuál el fue capaz de respirar su aliento, y ella seguramente el suyo.
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Sería ella quien le hiciera huir, arriesgándose al fracaso y que finalmente los dos se terminen quemando...
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Cinder Fall jamás se permitiría ceder ante las provocaciones de nadie, mucho menos de un faunus, critaturas las cuales ella veía como seres inferiores. Inferiores y extremadamente molestas, es por eso que, por unos momentos, una imagen desagradable pasaría por su cabeza.

No retrocedió un solo paso, dejó que la distancia entre ambos se acortara por completo, sin embargo se encontraba alerta, pendiente del actuar ajeno. - Podrías arrepentirte toda la vida de lo que podría ocurrir esta noche. - Sentenció la doncella, aunque por unos segundos la duda rondó su cabeza, pero no permitió que se notara en su actuar; sabía que estaba jugando con algo que podría quemarle de igual forma, en el sentido más figurado posible.

Quería alejarse de él, pero no podía perder ni mucho menos parecer asustada ante él, ella siempre debía demostrar el control en todo - algo que no le resultaba dificil - y esta no sería la ocasion donde su fachada se derrumbara.
Cinder impuso el silencio, despertando en él el odio que tantos años de opresión alimentaron, y hasta hacía pocos segundos dormía. Adam Taurus no había llegado a la cima quedándose callado; mucho menos obedeciendo a un ser humano.

Por ímpetu, dio un paso hacia delante teniendo aún a la mujer frente a sí; esto sin hacerle daño, más si manifestando su desacuerdo. — ¿Y qué ocurrirá si me rehusó?—tratándose de un juego de quién infundaba más temor, hizo sus palabras sonar severas. Un segundo paso buscó reducirla una vez más. Con algo de suerte, se largaría.
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Llevaría entonces la diestra hacia los labios masculinos, con una sonrisa coqueta impregnada en sus labios. - Sh... deberías callar, no querrás parecer desesperado y acorralado. - Siseó casi en un susurro, con toda la mala intención posible, sabiendo que esto sólo le llevaría a empeorar la situación, es por eso que, invadiendo un poco más el espacio personal de su acompañante, daría un paso más hacia adelante, acortando la distancia entre ambos.
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La dura expresión del pelirojo no hacía más que satisfacerle internamente. Le estaba cabreando como a su vez le estaba obligando a caer ante las provocaciones siniestra de alguien cuyo único objetivo era llevarle a la ruina.

El éxtasis le confortaba de tal forma que apenas consiguió sentir el apretón - que sin duda dejaría marca a la mañana siguiente - que poco le importó. Cinder realmente deseaba estar alejada de él, sentía un aborrecimiento particular hacia el joven y líder de Colmillo Blanco, pero a su vez deseaba hacerle perder el juicio dejándose estar cercana, ¿qué más podía hacer? ¡Le encantaba hacerse odiar por él! Podía incluso volverse su pasatiempo preferido.
Dedos delgados tocaron la piel del rebelde mucho más tiempo de lo anticipado, arrastrando así su cuerpo a reaccionar presa de los más desagradables instintos. La sensación de vacío en su estómago acabó por cansarlo.

Adam la quería lejos de sí, y que su orgullo no se manchara cediendo —aunque fuera involuntariamente—ante los deseos de la persona hacia quién tanto odio profesaba. Su control (consideraba) era impecable: pero del mismo modo que vio en rojo aquel día que se dejó llevar por la ira, un desliz podía tener cabida.

Vuelta una línea neutra, sus labios se tensaron, y Adam hizo un suave sonido resultado del estrés. Dejó de darle importancia a sus provocaciones, y permitió a sus manos viajar hasta la altura de su cintura, dónde apretó el límite de sus costillas con ambos pulgares antes de forzarla a bajar. Al mismo tiempo su cuerpo se irguió, independizándose de su trampa.—Es suficiente.esperaba la presión en su vientre la resintiera día y noche.

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