- Te agradezco, pero es mejor alejarme de todos, incluso de ella y de todos los que me conocen. Nisiquiera en el colegio me quieren, es mejor estar solo. -Tomó el pañuelo, acarició a Pekko, y por último, bajó del espécimen mientras limpia sus lágrimas.- - Fué un gusto conocerte Adam, eres como un verdadero príncipe... -Inclinó leve su mirada, mientras escuchan desde lejos unas campanadas, es claro que debía regresar al colegio, pero Sapphire no se movió, espero paciente a qué dejasen de sonar para regresar una vez que todos los chicos de aquel sitio se retiren y ella pueda entrar en soledad.-

—Sí. Durante mis primeros tres años siendo un Brujo lo deseé más que nada. Luego me acostumbré a jamás ser querido y después de ello todo fue más fácil a decir verdad —Impávido ante sus lágrimas, sacó un pañuelo y se lo extendió. Peeko hizo breve sonido y volteó su cuello, el cual era flexible, para acicalar a Sapphire en un intento de consolarla—. Niña, luces traumatizada. Te ayudaré a encontrarte con tu madre y hablaré con ella. Si no me da la respuesta que quiero, te llevaré conmigo.

- Algo parecido. -Dijo aquella niña recargando su cuerpo a lo largo del lomo de Pekko.- - Extraño a mamá, pero sé qué ella está molesta conmigo. Además, ... -Volteó a verle- -¿Alguna vez has deseado jamás existir? ¿Desaparecer de aquel sitio donde no eres bien visto o bienvenido? -Sus lágrimas pronto se atribuyeron a toda la carga que llevaba en su mente y no es capaz de hablar.-

—Necesito que seas más específica. ¿De qué se trata todo esto? ¿Tuviste una pelea con tu madre y huiste tan lejos de casa. Primero, dime dónde está tu mamá —Se acercó a Peeko y le hizo una señal para que empiece a andar. El animal asintió y comenzó a caminar con la niña en su lomo—. Pareces formar parte de una academia, además tu piel tiene buen color, tienes buen peso así que deduzco que vienes de un hogar que puede costearse tres comidas al día.

- No. -Dijo abrazando más al ave como si fuese un enorme peluche.- -Adam, antes de ir a cualquier lado, dijiste que eras un brujo, tal vez podrías ayudarme a ver de nuevo a mamá. -Volteó a verlo, dejando a la vista ese escudo bordado en la parte superior derecha del uniforme que trae consigo.- -Sé que debo regresar a ese lugar, pero no me atrevo, desearía quedarme más tiempo con Pekko.

—¿No eres demasiado joven para desear morir? —Estas palabras fueron un sabor de ironía para él pues recordó que durante su entrenamiento para convertirse en un brujo deseo morir muchas veces—. Pareces consternada por un asunto de naturaleza personal. —Echó un vistazo hacia un costado—. Asumo que no debes tener padres ni tutor. ¿Te gustaría acompañarme hasta mi destino? Visitaré Oxenfurt. —Adam pensó que podría llevar a la niña a alguna iglesia o inscribirla en una escuela. Así quizás esté a salvo. Una niña no debería estar sola y desprotegida.

- Mucho gusto, Adam...-Cerró sus ojos acariciando aún aquella ave sin abrir sus ojos.- - T-ten-go... S-se-is...-Volteó su mirada de soslayo.- -Por ahora... No quiero saber nada, solo quiero... Morir. -Sonrió a medio labio siendo sincera con aquel joven, siéndo el único confidente con quién sabe, no dirá nada al respecto.-

El brujo miró con cierto interés a Sapphire. Una joven como ella hablando de su muerte era inusual. —Soy Adam de Redania, brujo. —Peeko lo observó con una mirada que denotaba preocupación. Adam asintió y decidió abordar su interrogante—. ¿Alguien te está persiguiendo? ¿Cuántos años tienes? —Adam quería adivinar si algún esclavista u hombre de gustos depravados le perseguía para determinar si esto requería cortar una cabeza o simplemente repartir una paliza.

- Pekko, eres hermoso pequeño pollito volador. -Continúo acariciandolo, cerrando sus ojos y soltando un gran suspiro.- - Pekko, si te lo pidiera ¿me llevarías lejos de este sitio antes de encontrarme con mi propia muerte? -Añadió con más confianza al enorme ave que acompaña al rubio.-
-Mi nombre es Sapphire. -Comentó hacia el rubio y Pekko-

La criatura levantó la cabeza y estiró el cuello para que la joven pueda abrazarle mejor, moviendo su colilla en señal de simpatía por las caricias recibidas. —Parece que le gustas. Se llama Peeko. —El brujo tenía una expresión seria pero serena, le resultaba simpático ver a la joven impresionada por el animal—. Si aprendes a domarla, pueden llegar a cruzar mares y montañas.